Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
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Texas: 'Me rindo'

Para 2005 habría una mayoría suficiente de representantes y senadores en Washington a favor de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
por RAFAEL E. SAUMELL Parte 2 / 2

Castro no se rendirá, empero, ni al pluripartidismo ni a la idea de renunciar al control casi absoluto de las actividades económicas. Es verdad que la terca realidad geopolítica lo ha obligado a formar empresas mixtas con inversión de capital foráneo, a despenalizar la tenencia de dólares, a brindar y cenar con gentes de negocios de todos los rincones del orbe, a dar entrevistas televisadas a periodistas millonarios como Dan Rather, o a rendir tributo a la estatua de John Lennon en un parque de La Habana, bajo la influencia de dos roqueros nostálgicos: Abel Prieto y Silvio Rodríguez. Él hará cuanto deba con tal de preservar el sistema. En cambio, no moverá un solo dedo para erosionarlo, así tenga que enmendar su propia Constitución. Hace poco lo demostró en el caso de las once mil firmas que respaldaron el Proyecto Varela.

Está demostrado que un ejército de vacacionistas, o un montón de agricultores de Iowa, Kansas, Illinois y Texas no pondrán en peligro, para nada, los cimientos del régimen. Sí puedo afirmar que Castro no se rendirá ante ciertas coyunturas, por tímidas y normales que nos parezcan. El Comandante en jefe no autorizará la celebración de elecciones multipartidistas que modifiquen la composición y las funciones de la Asamblea Nacional del Poder Popular; no consentirá que Elizardo Sánchez y Oswaldo Payá sean invitados a presentar sus puntos de vista políticos a toda la república, con las mismas garantías y gentilezas concedidas al Sr. James Carter; no eliminará las barreras jurídicas que impiden a los empresarios cubanos crear compañías en su país de nacimiento. Condenará cualquier iniciativa proveniente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba para readmitir en sus filas a los antiguos expulsados. Nunca transigirá en que Celia Cruz dé un concierto en la Plaza de la Revolución.

Se rendirá exclusivamente a Delahunt y a Leal. Por eso vaticino que el porvenir político de Cuba a partir del año 2005, y una vez eliminado el embargo, no será tan distinto al de 2002. Admito, eso sí, que mis hermanos Roberto y María, al igual que millones de compatriotas, recibirán unos cuantos beneficios a causa de las gestiones emprendidas por el legislador norteamericano y el historiador habanero. Van a comer, vestir y calzar mejor; sus salarios aumentarán; tendrán más opciones de consumo material. Ya Cuba no será una plaza sitiada por el imperialismo yanqui. Los estrategas de Wal-Mart se impondrán a los del Pentágono.

El partido único prevalecerá más allá de cualquier pronóstico pesimista. Desaparecerán, incluso, Radio y TV Martí. Será el fin de la guerra fría entre Cuba y los Estados Unidos. El Sr. Bush o su sucesor, presionado por el Congreso, firmará un perdón presidencial para los ahora encarcelados espías-héroes. Se impondrá la teoría del diálogo, de la consulta serena para resolver los desacuerdos entre los dos estados. En ambas orillas del Estrecho de la Florida habrá paz, incluso para los balseros desaparecidos en esa ardua franja de mar. Podré regresar a La Habana, me reuniré con mi añorada familia, depositaré un ramo de flores en la tumba de mi madre allá en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba. Como asignatura pendiente quedará el proyecto de democratización de la sociedad. Los activistas de derechos humanos seguirán denunciando ese problema. Algún que otro parlamentario europeo o latinoamericano, que no sea de izquierda, se hará eco del asunto.

Repito, el pluripartidismo, la libertad de expresión, el respeto a la iniciativa económica de los ciudadanos no prosperarán. Sin embargo, el gobierno de Cuba sostendrá relaciones normales con el resto del mundo, los estudiantes norteamericanos podrán disfrutar de la naturaleza cubana y los exiliados no tendremos que pedir visa para volver al terruño.

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