Jueves, 23 enero 2003 Año IV. Edición 540 IMAGENES PORTADA
Desde...
La Habana: Edmundo, la muerte y Dios

por RICARDO GONZáLEZ ALFONSO  
Niño

La muerte lo acechó dos veces en un año. Edmundo Mas Mora era jefe de la redacción de programas dramatizados de la televisión cubana, y mi profesor de dramaturgia.

La mañana que no asistió a clases sus alumnos nos sorprendimos. Era puntual como el sol. Al otro día conocimos que fue asaltado en el malecón habanero. Pretendieron robarle su bicicleta Forever made in China, su medio de locomoción.

Cuando pedaleaba despreocupadamente, o tal vez ensimismado en el plan que se traía entre sienes, los delincuentes lo golpearon con una tabla en el rostro. Medio aturdido, Mas Mora, un mulato corpulento, empuñó el ciclo como si fuera un bate y ahuyentó a los maleantes. Los médicos le indicaron dos semanas de reposo.

El primer día de clases después del incidente, Edmundo tenía la mejilla izquierda como si la hubieran torturado. No hizo ni permitió comentarios. Sólo nos pidió un tiempo adicional para recuperar las lecciones perdidas.

Al leer los resultados del examen final nos sentimos desanimados. La nota más alta no llegaba a 90. Al día siguiente me personé en su oficina para protestar por mi calificación. "¿Por qué te quejas?" —me dijo interrumpiendo la carta que escribía—. "Obtuviste 89. ¡El primer expediente!". Y esgrimió su argumento: "Para 90 puntos tienes que escribir como yo; para que te conceda 95, mejor; y para merecer 100... ¡igual que Dios!".

Al otro día envió una carta para renunciar al cargo. Después se supo todo. Nuestro profesor consideró que para superar su calificación personal debía ser libre.

Edmundo Mas Mora con un grupo de amigos, casi todos profesionales, intentó cruzar en una balsa el Estrecho de la Florida.

Uno se salvó. Medio muerto y aferrado a una madera, el náufrago arribó a Varadero. Lo ingresaron en el hospital de Cárdenas. Sufría de quemaduras y de una reacción nerviosa que le impedía hablar. Cuando le dieron el alta, el sobreviviente declaró: "A los demás se los comieron los tiburones".

La muerte se salió con la suya. Ahora Dios es el profesor de Edmundo. Confío en que obtenga 100.


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