Martes, 15 octubre 2002 Año III. Edición 472 IMAGENES PORTADA
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New Jersey: Los muchachos del Papa

Una docena de jóvenes católicos, junto a otros cubanos en situación similar, pudieran ser deportados por las autoridades de inmigración del distrito de Buffalo, EE UU.
por ENRIQUE DEL RISCO  

Los periodistas y el público en general debieran por fin darse por vencidos. Casi 44 años no han sido suficientes para que se entienda lo que pasa en Cuba y, sobre todo, con los cubanos. Tomemos un caso reciente. De los más de doscientos jóvenes católicos cubanos que fueron a encontrarse con el Papa en Toronto, en ocasión del encuentro celebrado entre el magno pontífice y la juventud mundial, más de una veintena decidió desertar. Días después los titulares de todos los periódicos se hacían eco de las declaraciones de cierto jerarca católico de la Isla para afirmar que dichos jóvenes fueron estimulados a escapar por el exilio. Vale preguntarse: ¿acaso a lo largo de todos estos años no ha quedado suficientemente demostrado que los cubanos no necesitan de ningún estímulo externo para dejar su tierra a la primera oportunidad que se les presente? ¿Puede existir un estímulo mayor para abandonar Cuba que el de experimentar a diario las exquisiteces del castrismo? ¿Qué otra evidencia se necesita para convencer a la prensa y a su público de lo inhabitable que resulta la Isla del Doctor Castro para casi cualquier cubano con independencia de su raza, sexo, edad o concepción de la vida?

Luego, de poco importó que algunos de los desertores admitieran que ya tenían planes de aprovechar la oportunidad para escapar de la Isla desde mucho antes de asistir al evento. Los mismos periódicos que se habían apresurado a señalar la supuesta complicidad externa para la evasión, ahora callaron. De cualquier modo, con complicidad o sin ella, la fuga de cubanos por cualquier vía y a cualquier parte ha sido un hecho lo suficientemente repetido como para andar atribuyéndolo a torvos designios externos. Puede que cuando un esclavo de una plantación del sur de Estados Unidos huía al norte en busca de libertad sus frustrados dueños también lo atribuyeran a esos torvos designios externos. Sin embargo, hubiera sido muy difícil encontrar el eco de su frustración en medios de prensa que no compartieran la idea de que la esclavitud no era más que un sistema económico totalmente legítimo, como el que más. Algo parecido parecen suponer los medios de prensa y el público en general cuando consideran que debe haber algún tipo de sórdida conspiración tras estas fugas, cerrando los ojos a lo más evidente: el cubano no es un sistema político tan válido como otro cualquiera, sino inaceptable para la vasta mayoría de sus súbditos. Sintiéndose incapaces de derribarlo, éstos lo arriesgan todo con tal de escapar de él.

Como suele suceder, los "muchachos del Papa", como algunos los llaman, han desaparecido prácticamente de las páginas de los periódicos sin que ello suponga que sus vicisitudes hayan concluido. Mientras unos se esconden en Canadá, una docena de ellos ha cruzado la frontera rumbo a Estados Unidos, con la esperanza de encontrarse con sus familiares y acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. En Florida basta un rápido procedimiento burocrático para que sean entregados a sus parientes, pero las autoridades de inmigración del distrito de Buffalo han decidido tomarse las cosas de otro modo. Ya sea porque no consideran que "los muchachos del Papa" reúnen "méritos" suficientes para solicitar refugio, o porque de alguna forma las autoridades quieren disuadir a quienes planeen entrar por la misma vía, les han negado el parole solicitado por su abogado, añadiendo más zozobra a los jóvenes y a sus familiares. Incluso han ido más lejos, y algunos funcionarios del servicio norteamericano de inmigración empiezan a hablar de la posibilidad de deportarlos. De hecho, la presión y la desesperanza es tan grande entre ellos que ya uno de los detenidos ha accedido "voluntariamente" a que lo deporten a Canadá.

Otros cubanos en situación similar, que han llegado antes o después, comparten con estos jóvenes las consecuencias de una acción judicial que, si no puede ser considerada todavía como ilegal, tiene todos los visos de la arbitrariedad. Los motivos por los que se han negado a darles el parole rayan el absurdo. Argumentan que de liberar a los cubanos éstos aprovecharían la oportunidad para darse a la fuga. Con ello, las autoridades desconocen de hecho todas las garantías que les dan los familiares que se han ofrecido a responder por los detenidos, y las leyes que les garantizan a los cubanos la oportunidad de solicitar la residencia una vez que se encuentran en territorio norteamericano, lo que haría contraproducente y absurdo todo intento de fuga.

Las autoridades judiciales caen en el mismo espejismo que la prensa sufrió en el momento de la deserción de los muchachos. ¿No reúnen méritos suficientes aquellos que han sido declarados desertores —lo que traducido a la mentalidad represiva castrista quiere decir enemigos, no-personas— no sólo por las autoridades del país, sino por las propias autoridades eclesiásticas? Tal parece que el que nunca ha vivido bajo un régimen totalitario está radicalmente incapacitado para responder estas preguntas. Va siendo hora, al menos, de que quienes muestran tanta incapacidad para comprender los problemas de la Isla otorguen a éstos y otros cubanos el beneficio de la duda.


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