Martes, 15 octubre 2002 Año III. Edición 472 IMAGENES PORTADA
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La Habana: Ciudad travestida

por TANIA QUINTERO  
Travestís
Travestís brasileños en el Día del Orgullo Gay

El "almendrón" —viejo auto americano— se detiene delante del cine Yara. De la parte trasera bajan dos mujeres altas y delgadas, de abundante cabellera teñida de rubio. Ambas llevan ceñidas blusas, dejando ver sus vientres sin celulitis, sus ombligos perfectos. Una lleva falda negra a la cadera. La otra pantalón azul oscuro de corte acampanado. Complementan el atuendo con bolsos y sandalias.

Van perfumadas y maquilladas. Las uñas de manos y pies pintadas del mismo color de los labios, rojo quemado. No llevan prendas llamativas.

Son las 11:30 de la noche de un jueves. Una docena de hombres aguarda para entrar a la función de las 12:00, y desvía su mirada hacia el par de rubias de sex appeal a lo Griffith, pero sin tatuaje "Antonio Banderas".

Una pareja de novios veinteañeros que hace señas a los autos que pasan —a ver si hay suerte y alguno va para La Palma—, queda boquiabierta. Una vendedora de maní, de las que frecuentan el lugar hasta la medianoche ofreciendo cucuruchos a peso, se les acerca y en voz alta —como para que también los hombres que esperan por el filme cubano Doble juego la oigan— dice: "No sean bobos y recojan la baba, que esas dos son travestís. Es lo que abunda por aquí después de las once. Salen de noche, como las cucarachas".

La manisera tiene razón. Los lunes, cuando no abre la heladería Coppelia, se les puede ver, con sus mejores trapos y peinados de salón, Rampa arriba Rampa abajo, haciendo "medias" en las esquinas. A la caza de lo que se pegue: un "yuma", un cubano bisexual. Los condones van por "ellas", y también el sitio donde hacer el amor. Un recoveco oscuro de El Vedado, el muro del malecón o un cuarto previamente palabreado en una casa particular. Barato, para que quede alguna ganancia.

Los travestís más cotizados se han hecho de "puntos" cercanos a los hoteles, mientras policías y porteros se hacen de la vista gorda. Todos se prestan al doble juego cuando con discreción fluyen los "fulas". También son cómplices algunos choferes de turitaxis parqueados en los alrededores. Saben que los travestidos y las jineteras solventes son espléndidos a la hora de pagar favores.

Los novios veinteañeros logran por fin coger un carro para La Palma. Ante su ventanilla desfilan travestís blancos, negros, mestizos.

Fuera del hotel Nacional está una mulata vestida como para desfilar por la madrileña Cibeles. El taxista no puede contenerse y le grita: "¡Niña, qué lástima que tengas rabo!". En 25 y O hay otros dos travestidos. El señor que va al lado del chofer exclama: "¡Aprovechen, que parece que a los policías los mandaron a las zonas por donde pasó el ciclón!". Todos ríen dentro del Lada. Las "chicas" esbozan una fingida sonrisa.

El chofer aprovecha para subir el audio de la grabadora. Hasta La Palma, una y otra vez, se escucha a las españolas Ketchup con Aserejé, la canción de moda en La Habana.


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