Viernes, 02 agosto 2002 Año III. Edición 423 IMAGENES PORTADA
Desde...
Madrid: La fruta prohibida

por YANET PéREZ MORENO  
La Habana
Representantes de Alimport y de la Northern Fruit
Company. Arribo de manzanas

Como en otras circunstancias de la historia del pueblo cubano, en que han confluido las semejanzas con ciertos pasajes bíblicos —el éxodo es un ejemplo de ello—, esta vez la manzana ha recuperado su simbología. Pero, a la inversa del episodio en que Eva y Adán son expulsados del paraíso por degustar el fruto prohibido, a las humildes criaturas de la Isla no sólo se les ha negado el conocimiento sin probar manzana alguna, sino que han sido castigadas y desterradas, en este caso del infierno (que es mucho decir), sin apenas saborear el "maldito fruto".

Tan es así, que no se equivocó el presidente de la empresa cubana Alimport cuando muy acertadamente expresó que se trataba nada más y nada menos de "un acontecimiento histórico" el arribo al Puerto de La Habana del primer contenedor con cajas de manzanas, procedente de los Estados Unidos de América.

Sin duda, habrá que reconocer que se trata de un gesto bonito y sin precedente en la biografía de la Revolución —podría incluso tildársele de apasionado, cuando no desmedido, por parte del régimen—, que tantas "manzanas" ha negado al pueblo en sus 43 años de poder. Y no es que en la Isla las manzanas sean desconocidas (en cierta ocasión otras generaciones de cubanos probaron las manzanas de la desmerengada Europa del Este), por todos es sabido que en las tiendas recaudadoras de divisas, como se les suele llamar en la argot de la oficialidad, se venden por la generosa cifra de 50 centavos de dólar y hasta más, muy al alcance del salario promedio de la población.

Más que nada, se ha tratado de una auténtica estocada, una ironía del destino, pues entre los cubanos de a pie desde hace mucho tiempo es todo un lujo adquirir frutas, no digamos ya las del "norte brutal y revuelto", sino las del patio, las tropicales. Algunos recordarán un famoso poema en que se evocaban los mangos de Ucrania, las naranjas de Lituania... en fin, una extensa lista de frutas que se llegó a pensar venían del más allá.

Mientras los medios informativos del régimen saturan su codificada programación con anuncios y programas didácticos sobre salud, y recomiendan con acuciosa insistencia llevar una dieta rica en carnes, pescados, vegetales y frutas, en los mercados estatales no es noticia la prolongada ausencia de estos productos. No ocurre lo mismo en los agromercados campesinos, donde la ausencia no es el problema, sino los astronómicos precios que impiden a la población saciar su déficit nutritivo crónico.

El pueblo ha debido esperar a que el Comandante en Jefe decida comprar —a cambio de algo, como es natural— al imperio del norte, al más vil de sus enemigos, unas cuantas toneladas de manzanas para vender a los millones de habitantes que voluntariamente estamparon su firma a favor de la modificación constitucional, cuando el malogrado y deficiente régimen alimentario de la mayoría está por debajo de los índices mínimos de nutrición establecidos por la FAO.

No se trata de mancillar el loable gesto de las autoridades cubanas. Más bien de notificarle vía expedita —por si acaso están ajenas a la situación— que no sólo de manzanas vive la gente (que no es el caso, ni siquiera), y que una dieta balanceada debe incluir el resto de las vitaminas de que carecen éstas, además de minerales, proteínas, carbohidratos, grasas... toda una gama de nutrientes que han desaparecido del menú ordinario de los cubanos.

La manzana está muy bien, sobre todo por la novedad, pero, ¿y el resto? ¿O es que el Comandante tiene otro proyecto con el prójimo? ¿Será la nación objeto de algún experimento para probar hasta dónde resiste física y psicológicamente el homo cubanis? No es la primera vez que se prueba su adaptabilidad al medio, ya se constataron los frutos de los experimentos con soja, por citar un ejemplo, y ni hablar de los famosos cocimientos de caña santa que, entre otras causas, provocaron una crisis de neuropatía en masa.

Hubo quien señaló en una ocasión que los americanos ganaban la guerra en Cuba con sólo tirar desde lo alto "pitusas y jamones", lo cual no es menos cierto si se le quita cualquier connotación despectiva a la frase. Y es que no sólo ha sido la falta de variedad en la alimentación lo que ha afectado durante años a los cubanos residentes en la Isla, sino la omisión de lo más elemental, sustituido muchas veces por verdaderos engendros no aptos para el consumo humano... probablemente ni para el animal.


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