Miércoles, 31 julio 2002 Año III. Edición 421 IMAGENES PORTADA
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Miami: Tréboles de tres hojas

por BALTASAR MARTíN  

Según la superstición popular, encontrarse un trébol de cuatro hojas es indicio de buena suerte para el afortunado —en este caso por partida doble—, pero, en la inmensa mayoría de los casos, los tréboles son de tres. Nadie puede reprocharles el no tener cuatro; ello constituye la excepción de la regla.

De la misma manera, encontrar personas que no piensen con el estómago, o en su propia conveniencia antes que todo, equivale al trébol de cuatro hojas anteriormente mencionado. La diferencia estriba en que los tréboles de tres hojas no pueden hacer nada por tener cuatro, mientras que los individuos, con una educación basada en los principios, la verdad y la honestidad, pueden modificar su actitud y anteponer su cerebro a su vientre.

El que en Cuba ocho millones de tréboles de tres hojas, sin educación ni tradición democrática alguna, hayan firmado la solicitud de plebiscito propuesta por Fidel Castro —para no perder su trabajo, no afectar la educación de sus hijos o poder seguirle robando al Estado y "bisneando" impunemente sin que el CDR de la cuadra los moleste—, es algo totalmente inherente a la condición humana de los firmantes, que va más allá de la pertenencia a estrechas fronteras nacionales.

Los norteamericanos, durante el mackartismo, también actuaron como tréboles de tres hojas. Y los supuestamente "superiores" alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Y los eslavos esclavos del imperio soviético hasta hace escasamente 13 años, cuando la glasnot y la perestroika de Gorbachov desembocaron en el derrumbe del Muro de Berlín (ese Gorbachov al que sólo después de muerto, porque así son los tréboles de tres hojas, se le agradecerá como merece su rol en la salvación de la mitad de Europa y de la propia Rusia, atosigadas por el totalitarismo).

En Miami no existe un megaempleador como en Cuba, ni hay que vivir en la ilegalidad, robando, revendiendo, cuidándose del CDR, pero todos los ciudadanos, salvo los muy ricos, tienen que trabajar para un patrón. Éste no es el Estado omnipotente, como en la Isla, pero si los corre o bota del trabajo se las pueden ver negras para pagar las tarjetas de crédito, las hipotecas, los seguros, etcétera, de ahí que a la hora de reclamar algo, defender a un compañero o hasta pedir que no se les grite, lo piensen cuatro veces, como las hojas de ese trébol casi milagroso a que se hacía referencia al principio. Es el hombre y su circunstancia, como tan bien expresó Ortega y Gasset. A buen entendedor con pocas palabras basta.

Once mil tréboles de cuatro hojas contra ocho millones de tres hacen una relación de 727 tréboles de tres por cada uno de cuatro: más natural ni la botánica. No hay entonces que reprochar a los tréboles de tres hojas su comportamiento habitual, sino más bien celebrar que el Proyecto Varela sea ese ramillete de tréboles de cuatro hojas tan necesario para ir al rescate de los de tres, de ese jardín que es Cuba.


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