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La Habana: Bolas, parafernalia y éxodo

por TANIA QUINTERO  
Balseros
Fotograma del filme 'Balseros'

¿Qué hay detrás de la parafernalia propagandística desatada por el Gobierno cubano en torno a la "urgente necesidad" de enmendar la Constitución de 1976?

Extrañas "bolas" corren por la Habana. Después de tres días de asueto a cargo de las arcas estatales, comenzó a circular la "información" de que el jueves 27 de junio tampoco se laboraría, porque el régimen iba a convocar a una marcha de protesta frente a la Sección de Intereses de los Estados Unidos.

Paralelamente, corría el rumor de que el imprevisto feriado, decretado para que la población pudiera seguir desde sus casas las sesiones extraordinarias de la Asamblea Nacional del Poder Popular los días 24, 25 y 26 de junio, escondía tras sí una realidad: escasas reservas gubernamentales de alimentos y combustible. Y, se especulaba, manteniendo al país semiparalizado durante 72 horas —una insólita versión de huelga patrocinada por el régimen— se ahorraría un poco de lo que pudiera faltar en comida y gasolina.

Concluidos los tres días de la reunión que, de acuerdo a números oficiales, tuvo un 96,71 de votos de diputados (quienes aprobaron una innecesaria y forzada Ley de Reforma Constitucional), cobró vigor una "bola" que desde hacía días venía rodando y, a diferencia de los otros rumores, sí es peligrosa.

Según se murmura en la capital —y probablemente en toda la Isla— la emisora Radio Martí ha estado difundiendo que entre el 4 y el 13 de julio el Gobierno de Estados Unidos situará embarcaciones en aguas internacionales limítrofes con Cuba, con el fin de recoger a aquellos que quieran irse legalmente del país. Ello es totalmente falso y todo apunta a que se trata de una provocación. ¿De quién? ¿Por qué?

Muchos aseguran que esta "bola" cogió fuerza después del discurso pronunciado por Fidel Castro el 26 de junio, cuando dejó entrever que podría anular los acuerdos migratorios firmados entre La Habana y Estados Unidos en 1994-95 (a partir de esa fecha, por la vía legal, cada año 20.000 cubanos tienen la posibilidad de reunirse con su familia en territorio estadounidense). Castro tampoco descartó la posibilidad de retirar la oficina diplomática de Estados Unidos en La Habana.

El descontento y el malestar de la población aumentan por día, pese a su aparente voto incondicional al socialismo. Las autoridades lo saben, y también que la llegada del verano y el receso escolar contribuyen a incrementar la presión de la olla que es ahora mismo Cuba. Los éxodos por Camarioca y Mariel, así como las fugas marítimas en agosto del 94, no han sido más que una válvula de escape.

Pero la situación en Estados Unidos y el mundo después del 11 de septiembre no es la misma. Y si en 1980 James Carter asumió el intempestivo arribo de 125.000 cubanos procedentes del puerto habanero de Mariel, ninguno de los dos Bush, presidente y gobernador de la Florida, estarían dispuestos a recibir una nueva avalancha de emigrados.

En torno a la parafernalia propagandística desatada por el régimen, la opinión de algunos "analistas" populares puede resumirse así: "Detrás de la maquinaria puesta en funcionamiento con la marcha del 12 de junio, la recogida de firmas y la convocatoria a una asamblea extraordinaria del Poder Popular, podría estarse ocultando un asunto que va más allá del discurso de Bush el 20 de mayo en Miami". Se trataría de algo sibilino. No hace falta lupa alguna para percatarse de que la réplica gubernamental a una propuesta disidente bastante contenida, surgida de un resquicio constitucional, como el Proyecto Varela, ha sido excesivamente desmesurada.

Para quienes en 43 años han presenciado más de una trama de traiciones y deserciones, casi siempre acompañadas de purgas, detenciones, juicios y fusilamientos, o encubiertas como delitos de corrupción, desvío de recursos o incompetencia profesional, "no se puede descartar la ocurrencia de un nuevo embrollo político, localizable entre altos cargos de la nomenclatura oficial, que hasta pudiera tener relación con el Proyecto Varela". Como señala uno de estos observadores, "no estamos en 1989, cuando los casos Ochoa-La Guardia-Abrahantes. Aunque los cientos de discursos pronunciados en tres días en la Asamblea Nacional del Poder Popular pudieran calificarse de fusilamientos parlamentarios, llevar a un alto dirigente al paredón en 2002, acusado de una supuesta conspiración política o confabulación con el enemigo, acabaría por condenar y aislar aún más a Cuba, una nación ya demasiado aislada. De ahí esta exagerada y teatral demostración de fidelidad a un sistema y su líder".


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