Miércoles, 19 junio 2002 Año III. Edición 391 IMAGENES PORTADA
Desde...
La Habana: ¿Queremos o no libertad de pensamiento?

por TANIA QUINTERO  
Encuentro
La Habana. Líderes disidentes Manzano y Cabello (izq.),
ex Presidente norteamericano Carter (drcha.)

Aparte del discurso de Jimmy Carter en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, dos días después reproducido íntegramente en el periódico oficialista Granma (una inesperada glasnot), a la prensa extranjera visitante le llamó la atención que el ahora conocido Proyecto Varela no contara con el respaldo de todas las organizaciones opositoras radicadas en la Isla. La excepción fue Fernando Rabsberg, corresponsal permanente de la BBC, quien en sus despachos sobre el tema tiende a subrayar la falta de acuerdo dentro de la "fraccionada" disidencia.

Es raro que periodistas mayoritariamente procedentes de Estados Unidos fueran a esperar unanimidad en ése y otros asuntos. Pero tal actitud tiene que ver con el reflejo condicionado creado por 43 años de poder único y monolítico, en el que la unanimidad ha servido como carta de presentación. Pareciera que disentir en la Isla es tan anormal como encontrar una guarapera en el desierto.

Estupendo que los disidentes discrepen del régimen, y entre sí. ¿O es que van a convertirse en esa especie de cofradía masónica o conciliábulo religioso en que el oficialismo ha transformado a sus organizaciones, sean sindicatos, núcleos partidistas o instituciones que cada cierto tiempo se ven obligadas a renovarse?

Formidable es también que a un grupo como el de Los Cuatro, que una vez se conformó para redactar La patria es de todos, el Proyecto Varela le haya sacado a la luz las diferencias. Mientras Martha Beatriz Roque Cabello, René Gómez Manzano y Félix Bonne Carcassés a principios de 2001, cuando el proyecto de Oswaldo Payá se dio a conocer, expresaban públicamente sus puntos de vista discrepantes, la esposa de Vladimiro Roca, en su ausencia (se encontraba encarcelado), lo firmó.

¿Por qué ese interés en que todos piensen igual, en que incondicionalmente apoyen la iniciativa de un grupo opositor? ¿Por qué la disidencia debe alzar las manos al unísono y sumarse al coro para votar o respaldar algo como si se tratara de una reunión del Partido Comunista o una asamblea del "Poder Popular"? La unanimidad que el Proyecto Varela no ha tenido en las filas de la disidencia interna tampoco se logró en 1995-96, cuando el abogado Leonel Morejón Almagro puso en marcha la propuesta conocida como Concilio Cubano.

En España y otras naciones europeas —desde donde soplaron vientos de libertad—, que muy de cerca siguen la evolución y desarrollo del movimiento opositor cubano, quisieran ver una gran idea sostenida por una abrumadora mayoría de disidentes. Y efectivamente, como le gusta decir al corresponsal de la BBC (y también a la Seguridad del Estado), la oposición en la Isla está bastante fraccionada. Existen infinidad de grupos —"grupúsculos" le llaman los voceros del régimen— diseminados desde Pinar del Río hasta Guantánamo. Su parcelación y pequeñez es consecuencia de la eficacia represiva de un régimen que a duras penas permite que media docena de personas puedan darse cita en una casa que no sea blanco de vigilancia en la cuadra donde esté ubicada. Ni siquiera para obviar la política y debatir sobre técnicas periodísticas, como ocurre con los integrantes de la Sociedad de Periodismo Manuel Márquez Sterling, en la cual la Seguridad del Estado cree ver el fantasma de un Sindicato Solidaridad.

Al sigilo propio de la semiclandestinidad en que muchos grupos opositores se ven obligados a funcionar se añade el hecho de que una buena parte de dichas agrupaciones suelen estar penetradas por la Seguridad del Estado, si no es que hay alguna especialmente creada con el objetivo de servir como quinta columna. Si una máxima ha logrado aplicar el régimen es "divide y vencerás".

Entretanto, Fidel Castro ha sabido apoyarse en otra: "En la unión está la fuerza". Aglutinando a su alrededor a seguidores que durante décadas, guste o no, le han guardado fidelidad. Ha podido mantenerlos unidos, aunque con los años esta fusión pueda ser más aparente que real. Pero es innegable que ahí está. Con una cohesión que le ha permitido mantenerse ininterrumpidamente en el poder durante 43 años.

Una muestra de que a los políticos americanos no les toma por sorpresa el fraccionamiento de la disidencia cubana, que hasta cierto punto es reflejo de las divisiones en el seno de las asociaciones de exiliados asentadas en la Florida, es que Carter tuvo el buen tino de reunirse por separado con distintos grupos de disidentes, periodistas, bibliotecarios y otros profesionales independientes. A fin de cuentas, la homogeneidad es irreal: física y mentalmente cada persona es un mundo. En medio de esa verdad, a españoles y europeos los nuevos tiempos les han deparado lidiar con verdaderas ollas de grillos políticos en sus respectivos países. Más que otros, ellos están en condiciones de entender cuán positiva es la diversidad de opiniones, aunque esta variedad ideológica nos lleve a correr riesgos y acceder a futuros polémicos y controvertidos como en Italia, Francia u Holanda.

¿Es bueno o malo que en esta Isla, aparentemente dócil y unánime, se incuben los Silvio Berlusconi, Jean Marie Le Pen y Pim Fortuyn del mañana? Si de veras se cree que el régimen de Fidel Castro formó un hombre nuevo, entonces despuntarán también clones del Che Guevara, tenido como lo máximo de la perfección humana.


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