Martes, 18 junio 2002 Año III. Edición 390 IMAGENES PORTADA
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La Habana: La noche del toque de cajón

por GILBERTO CALDERóN ROMO Parte 3 / 3

Los santeros me dicen que es mentira, pero existe la versión de que para ligarse a un hombre las mujeres practican un "amarre" con "aguaebollo", que es un bebedizo preparado con sangre menstrual que se le administra a la presunta presa. Como leyenda tiene su gracia el preparado. Un "resguardo" es cuando una deidad lo protege a uno.

En el momento en que la murga entona un canto relativo al año que se acaba, se indica que la celebración está por concluir. Entonces se enciende una vela y se elevan las manos en alabanza hacia el cielo, para que la luz nos ilumine en el camino de la vida. Algunas señoras se despiden porque dejaron la comida en la candela y otros se preparan para irse. El grupo musical Güiro, formado en 1974, es del Cerro, y sus integrantes se citan para ensayar el martes a las seis.

La "brasileña" ha recuperado el conocimiento y se ríe cuando le informan que yo pensé que era de habla portuguesa por el lenguaje que estuvo utilizando. Ya no me queda duda alguna de que es cubana. Se reparte caldosa en vasos encerados que se llaman pergas. El calor del bebedizo derrite las junturas de los vasos de cera y la gente aprueba el sabor del líquido, que es de aspecto turbio.

Nos despedimos y Regla no pierde la oportunidad de subirse el carro, siquiera para entrar por una puerta y salir por otra. Tal vez es la primera vez que se monta en un automóvil. Le damos una vuelta a la manzana y ella se alborota y grita: "¡Me voy a México, mi santa, allí te encargo la casa!", y da rienda suelta a su alegría. Me invita a que regrese cuando quiera y si es en carro mucho mejor, para darle un paseo.

Los Santeros me invitan a que me "raye" para tener mayor protección en el curso de la vida. Para ello hay que sacrificar unas palomas y otros animales menores, y se me harán pequeñas incisiones en los brazos, nada que sea demasiado sangriento, pero voy a estar mejor blindado contra los males que a todos nos aquejan. Si me hago "los guerreros", eso simplemente consiste en que le hagan "un trabajo" a mis guerreros, que es un amuleto sobre los que ellos van a practicar algunos sortilegios. Eso cuesta poco, porque eso sí: todo tiene un precio y los santeros cobran honorarios por su desempeño, al igual que los músicos.

Para hacerse santo hay que pagar seis carneros, seis gallinas y otros animales, además de la comida para una semana. Hay que vestirse de blanco por todo un año y las mujeres se rapan la cabeza.

Nicolás Guillén dice que la música afrocubana no existe. Lo que hay es la africana y la española, que cuando se juntan producen la cubana. Se debe decir música afroespañola, que viene siendo propiamente la cubana. Hay que precisarlo para abandonar imprecisiones.

De mí dicen que mi santo es Eleguá, porque soy el que abre los caminos. Ochosi es el que abre la cárcel, Ochún es la Virgen de la Caridad del Cobre, cuyo color es el amarillo, y San Lázaro es simplemente San Lázaro (existen dos representaciones cuyo significado todavía ignoro, pero es, evidentemente, un protector de la salud).

En el santuario del Rincón, a unos diez kilómetros de La Habana, junto al leprosario, hay una fuente donde la gente se moja las extremidades y llena botellas de agua milagrosa. Al frente del templo existe una ceiba, y allí es posible encontrar imágenes de yeso de San Lázaro, descuartizadas. La gente va y las rompe allí cuando el santo no hace los favores, en muestra de reproche. A San Lázaro hay que encenderle 17 velas. Llega uno ante el altar, las prende, reza y al poco tiempo las apaga. La parafina, casi completa, es vaciada en una bolsa de plástico para refundirse nuevamente. Un próspero negocio sin duda alguna.

En la santería no hay pecado original, así es que el sexo es libre porque es requisito de la fecundidad, tan abundante en las feraces selvas africanas. Es por eso que en Cuba se práctica el amor carnal sin inhibiciones, con la gracia y la cadencia del ritmo de los tambores. Viene desde el alma de los árboles del continente negro.

Frente a esto poco pueden hacer las rigideces bíblicas surgidas del desierto de Judea, y los fanáticos cristianos.

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