| Caracas: Chávez, Ramonet y 'Le Monde Diplomatique' |
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| por ANTONIO SáNCHEZ GARCíA |
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El pensamiento liberal europeo de posguerra cuajó una de sus más depuradas y combativas expresiones: el periódico francés Le Monde. Desde su fundación, éste se convirtió en un portavoz esencial de todos los movimientos de liberación, especialmente de aquellos que se rebelaban contra el colonialismo anidado en las entrañas de su propio país: el imperialismo galo. Ha sido la voz de quienes no la tuvieron, especialmente en el llamado Tercer Mundo. Y en su propio país y en Europa, un permanente llamado de alerta contra la intolerancia y el fanatismo. En tiempos de lucha democrática en Latinoamérica, en el Chile de Salvador Allende, recuerdo el concurso desinteresado de un extraordinario periodista, su corresponsal en Santiago Pierre Kalfon, amigo sincero de la revolución. Inolvidables sus palabras de pesar por el sacrificio de Allende —"inmolado por la vida quien tanto amara sus placeres", como escribiera a pocos días del Golpe el propio Kalfon.
¡Qué abismo entre aquellos tiempos de grandeza intelectual de Le Monde y esto en que ha llegado a convertirse uno de sus descendientes, Le Monde Diplomatique! Evoco la pasión con que asistíamos a fines de los sesenta a la Librerie Française de Berlín Occidental, en la Kurfürstendamm, para comprar Le Monde Diplomatique, antes incluso que llegara a los pocos kioscos en que era distribuido. La guerra emprendida por Israel contra los países árabes estaba en su apogeo y era fundamental comprender sus antecedentes, así como su día a día. Eran los bellos tiempos de Les Temps Modernes, otra de las guías con que nos movíamos en las tinieblas del posfascismo alemán los estudiantes latinoamericanos que buscábamos ansiosamente claves para desentrañar nuestra historia y ayudar al progreso, a la democratización, a la modernización de nuestros países, entonces preñados de caudillismo bananero.
Por ello causa tanto dolor asistir a los funerales de tanto esfuerzo editorial, de tanta grandeza periodística. Entre la intelectualidad venezolana —de tradición de izquierdas y profundamente adversa al caudillismo intolerante y fascistoide del golpismo militarista que la gobierna— ya Le Monde Diplomatique ha recibido un bautismo ominoso: se le llama "La Rata Diplomática", y a su director, no sin razón, "Ignacio Ratonet". Comprometidos con un proyecto tanto o más intolerante, excluyente y fascistoide que el del mismo Le Pen —que tanto les angustia—, y ante la absoluta orfandad de intelectuales que muestra el chavismo, se nos convierten ahora Ignacio Ramonet y otros de sus periodistas con una insólita capacidad de falacia, como Maurice Lemoine, en "intelectuales orgánicos" al servicio de Chávez. Sirven así, in partibus infidelis, de portavoces de salón de un movimiento surgido de nuestras polvorientas y caudillescas tradiciones, y se retrotraen a tiempos anteriores a los del propio Simón Bolívar, cuya ilustración intelectual ya quisieran para sí estos servidores de la infamia.
Entristece que el gobierno de un ágrafo y semianalfabeto teniente coronel retirado se vea en la obligación de contratar los servicios de mercenarios franceses de la pluma y la palabra. Que incapaz de encontrarlos en su propio continente, deba recurrir a la Ciudad Luz. ¡Qué tiempos aquellos en que Sartre visitaba iluminado a Castro en La Habana! ¡Qué tiempos aquellos los de Pensamiento crítico y Casa de las Américas! Ramonet, ¿no siente usted vergüenza?
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