Jueves, 23 mayo 2002 Año III. Edición 372 IMAGENES PORTADA
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Nueva York: Paradas paralelas

Los desfiles judío y cubano confluyen al centro de Manhattan.
por EMILIO ICHIKAWA MORIN  
Manhattan
Manhattan. Desfile cubano

El pasado domingo 5 de mayo, con un calor de playa y una claridad de finca, se juntaron dos paradas en el centro de Manhattan. Por la 5ta. Ave subieron los judíos, por la 6ta., los cubanos.

Muchos de los asistentes aseguraron que, a pesar de la multitud congregada, años atrás la presencia cubana era notablemente mayor: "Es que la gente está dejando la poma yuma, y hasta New Jersey, para irse a La Florida. Incluso los portorriqueños, que estaban con nosotros en esto, se están yendo para Orlando", aseguró un rumbero.

En la 5ta. el despliegue policial fue intenso y, bajo el pretexto de que cerca estaban hospedadas altas autoridades israelíes, se cerraron algunas calles imprescindibles para nuestro movimiento. Pero no hubo incidentes importantes; alguna que otra protesta ante claras manifestaciones sionistas, pero mostrar públicamente el descontento es algo que facilitan y hasta necesitan las democracias.

El desfile de los judíos en Nueva York destacó sus logros en educación, ciencias y cultura. Los colores blanco y azul le hacían una ágil escenografía a las más diversas músicas, como mostrando el costal constructivo y paradójicamente universal del nacionalismo semita.

Llamó mucho la atención el simpático orgullo de la North Shore Academy, y la frescura de los gays, integrados a la multitud albiceleste con los colores del arcoiris maleable. Se les vio animosos y serenos desde el frente de Bergdorf & Goodman, en la esquina de 5ta. y 57; hasta que nos fuimos a buscar la 6ta., donde empezaría, hacia la una de la tarde, la parada de los cubanos.

El encuentro de la cultura cubana en Nueva York empezó a sorprenderme desde que entró en el aire el olor a tabaco de la hermosa tienda De la Concha Tobacco, que reina cubanamente en una de las cuatro esquinas de la 6ta. y la 57. Inauguró el desfile criollo el gobernador George Pataki, y le siguieron coches en nombre de firmas importantes, escuelas, negocios y equipos deportivos. Entraron en juego, claro está, las conocidas carrozas y las congas sonoras, piquetes de arrolladores incluidos.

Sublime fue la forma de bailar de las mujeres cubanas; descoyunte total, ritmo vertiginoso hasta niveles de desarme y, sin embargo, aquel remolino no tenía ni gota de esa incontención que solemos llamar chusmería. Aquellas bailadoras, arrollando a plena luz del día en la capital de la posmodernidad, se escurrían de las geometrías rígidas con un estilo gracioso, infantilmente; como mareadora brisa escapada de un tabaco amulatado.

No puedo olvidar el toque que arrancó la banda de La Esquina en su carroza tricolor; menos aún a los increíbles bailadores Arturo y Arístides, que, a la llamada de la música de Vicente, se tiraron a bailar invocando no sé qué manigua sabanera bajo las frondas de los rascacielos de la ciudad.

La descarga terminó en el mismo lugar donde la 6ta. empata con el Central Park, es decir, ante el pedestal de la estatua ecuestre de José Martí, escoltada a la izquierda por San Martín y a la derecha por Bolívar. En ese portal empezaron a desmontarse los bailadores y empezó el más intenso cubaneo; todos juntos, con presencia de cada matiz de piel y rasgadura de ojos. Que los cubanos de Nueva York son un grupo predominantemente blanco es un error o una mentira; los cubanos de Nueva York, como los de Miami, son una extensión de los cubanos de cualquiera de nuestras plazas. La Parada de este domingo me recordó por igual las Parrandas de Remedios, los Carnavales de Matanzas, las Trochas de Caimito o cualquier Piloto de Bauta, La Lisa o Santiago.

Entrando al parque los veo aún, tumbadoras en mano, carteles en alto (de la Hispanic Society FDNY, de Café Bustelo, de Radio WADO 1280 am), y uno piensa que, a pesar de todos los argumentos acumulados, ese amor hecho cuestión que llamamos Cuba continúa existiendo todavía.


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