| Lo nuevo, lo añejo y lo feo |
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| Un repaso y una reflexión: sobre la actuación cubana en Grandes Ligas y la calidad de nuestro béisbol en sus distintos períodos. |
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| por ALBERTO ÁGUILA, Miami |
Parte 1 / 2 |
Tras las exitosas campañas registradas por Rafael Palmeiro y Luis González en la edición de 2002 de las Grandes Ligas de Béisbol, hubo otros cubanoamericanos que también tuvieron destaque, como el inicialista Raúl Ibáñez, del Kansas City, el receptor Jorge Posada y el lanzador Duque Hernández, con los Yankees, y el pitcher Dannys Báez, de los Indios de Cleveland. En la Liga Nacional se lucieron Fernando Viñas, de los Cardenales, y Alex Sánchez, del Milwaukee, quienes fueron secundados por Mike Lowell y Maikel Tejera, de los Marlins. Ibáñez, uno de los menos conocidos por sus compatriotas, es nieto del recordado Amado Ibáñez, segunda base del glorioso Almendares de la Liga Cubana de Béisbol Profesional. Este jugador fue segundo de su equipo en tubeyes, jonrones e impulsadas, y Posada destacó notablemente con el madero. El antesalista Lowell fue uno de los que encabezó la ofensiva de la novena floridana y Viñas, camarero del San Luis, nuevamente evidenció que es uno de los mejores defensores de su posición. Alex Sánchez, lesionado en los finales, actuó por vez primera como jardinero central y primer bate de los Cerveceros, y aunque tendrá que mejorar su defensiva robó 34 bases en solamente112 juegos, para terminar como quinto en ese departamento. Duque Hernández se recuperó de una operación quirúrgica y cumplió su rol en la segunda fase de la justa, y Báez, utilizado primero como abridor, terminó de cerrador efectivo con la tribu; en tanto Tejera, que subió a la nave floridana el día antes de iniciarse la contienda, consiguió 8 triunfos y buenas actuaciones de relevista en su primer año con una novena maltrecha. Reynaldo Ordóñez, clasificado short stop de los Mets, actuó en 144 de los 162 juegos, en los que cometió 19 errores —demasiados—, y aunque algunos aducen que muchos de ellos fueron porque el lento Mo Vaugh estaba en la inicial, lo cierto es que no estuvo como en ediciones anteriores... Al parecer la discusión se alargará por tiempo indefinido, y es que en materia de pelota los cubanos, sean de la Isla o el exilio, no se ponen de acuerdo. Los que vieron a los peloteros amateurs de la década del 40 consideran que aquellos fueron mejores que los actuales; señalan que Marrero, Isidoro León y Charles Pérez representaron a una generación de estrellas y no hay quien les haga comprender que después hubo otros. Los fanáticos que se fueron de Cuba entre 1960 y 1975 expresan que Isasi, Alarcón, Ricardo Lazo y sus acompañantes fueron superiores, y que Orestes Miñoso, Tony Oliva y Camilo Pascual forman parte de una pléyade profesional que llegó a planos estelares entre los grandes; pero los últimos, los de la etapa del 80 para acá, los que coincidieron con los batazos de Antonio Muñoz, el pitcheo de Braudilio Vinent y los promedios ofensivos de Omar Linares, dicen que entre ellos está "la crema" del béisbol cubano. ¿Quién tiene la razón? A decir verdad los tres exhiben certeza en sus criterios, y es que en Cuba siempre hubo y habrá jugadores muy buenos, y nadie puede dudar que de aquí a 2020 surja otra selección como aquella que ganó la Serie Mundial del 41, como la que triunfó en Dominicana en 1969 o la que obtuvo el banderín de La Habana 84. En la Isla ocurre con el béisbol lo mismo que en Brasil con el fútbol, y es que cada generación pondera más lo que vio que lo que le dijeron. La calidad de la pelota cubana no ha variado, los peloteros no son otros, lo que cambió fue su sistema de participación, que en los últimos 40 años le ha impedido tener un desarrollo mayor (no tiene rivales de clase que le obliguen a superar deficiencias que se liman con la confrontación en un medio elevado). Los actuales peloteros criollos se ven sometidos y obligados a militar en una Liga Nacional de Béisbol cuyo nivel oscila entre Doble A y Triple A, clasificaciones que se utilizan en el béisbol organizado y tienen su máxima expresión en las Grandes Ligas norteamericanas, donde se desempeñan las luminarias de mayor relevancia del mundo. Durante mucho tiempo, los jugadores de la patria de José Martí han obtenido triunfos internacionales en eventos con diferentes denominaciones, como Campeonatos Mundiales, Copas Intercontinentales y Juegos Olímpicos, pero los participantes, en sentido general, han tenido una cota en lo que a calidad se refiere, la mayoría de las veces inferior a la altura en que se desenvuelve la pelota cubana y, en todas las ocasiones, las autoridades de la Isla le hicieron creer a los deportistas y al pueblo que se enfrentaban a la cúpula del béisbol internacional; no obstante, los nuevos medios de comunicación y la entrada al país de prensa foránea desvirtuaron el cerco que había entronizado el régimen a través de su bien organizada pero dependiente red de medios informativos. Para tener una idea exacta, no hay más que razonar acerca de los magníficos saltadores Javier Sotomayor e Iván Pedroso, o la excelente voleibolista Mireya Luis. Si su participación se hubiera limitado a los torneos nacionales, nunca habrían mostrado sus extraordinarias potencialidades, que le llevaron de escalón en escalón hasta cubrir los primeros peldaños en sus especialidades; sin embargo, la fobia del Gobierno de la Isla contra el béisbol profesional norteamericano —meca de la pelota—, impide el desarrollo de los jugadores nacionales. No es de dudar entonces que los aficionados de una u otra época tengan sus confusiones al respecto y discutan acerca de quiénes son o han sido los peloteros preponderantes. ¿Quién fue mejor, José de la Caridad Méndez, Braudilio Vinent o José Ariel Contreras? ¿Quién fue superior, Alejandro Oms o Víctor Mesa? ¡Que siga la controversia! Cada quien discute lo que ha visto o le han hecho creer...
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