Viernes, 21 diciembre 2001 Año II. Edición 262 IMAGENES PORTADA
Rapidísimas
La fatal estadística

Promedios ofensivos entre 1977 y 1998, un mal de fondo de la pelota nacional.
por ALBERTO ÁGUILA Parte 1 / 2
Lanzador
Bates de bambú: lanzadores...
al patíbulo

Una docena de peloteros cubanos, que han jugado 10 temporadas o más y que utilizaron exclusivamente el bate de aluminio, compilan elevados promedios ofensivos que contrastan con la media histórica de Cuba y otros países donde se usa el bate de madera, único implemento que rige en las Reglas Oficiales Internacionales del Béisbol. Sin restarle méritos a los jugadores de la Isla que intervinieron en las Series Nacionales entre 1977 y 1998, y que batearon con el implemento de metal, hay que decir que sus cifras se "inflaron" entre un 20 y un 30% más que los promedios de sus predecesores que estuvieron en los torneos comprendidos entre 1962 y 1977. La lista de los que dependieron del aluminio está encabezada por Omar Linares, que tiene un average de 367 en 19 campañas, seguido por Alexander Ramos (341), Antonio Pacheco (335), Pedro Luis Rodríguez (334), Amado Zamora (331), Juan Carlos Linares y Javier Méndez (326). También integran la relación Reemberto Rosell (326), Lázaro Madera (324), Lourdes Gurriel (323) y Luis Giraldo Casanova (322). Los pioneros de la pelota socialista que comenzó en 1962 con la Primera Serie Nacional, que jugaron casi toda su carrera con bate de madera —para los entendidos en materia beisbolera fueron superiores a los de los dos últimos decenios—, mostraron las siguientes estadísticas: Wilfredo Sánchez y Rigoberto Rosique (302), Armando Capiró (298), Félix Isasi ((293), Agustín Marquetti (288), Pedro Chávez (287), Elpidio Mancebo (282), Urbano González (277), Ramon Hechevarría (263) y Owen Blandino (254). Al revisar los guarismos exhibidos por grandes peloteros del siglo anterior, encontramos que Tony Oliva, considerado como el mejor bateador cubano de la era, tuvo un promedio de 304 en 15 temporadas en Grandes Ligas; Orestes Miñoso (298) y Martín Dihigo —en más de 20 años en diferentes ligas— (293). Rafael Palmeiro, uno de los astros de los últimos años, muestra un 296 en 15 contiendas, y Jose Canseco 266 en 17 ediciones. Abundando en detalles, los más sobresalientes bateadores de todos los tiempos en el Big Show no pasan de 344, números que pertenecen al glorioso Ted Williams y a otros como Tony Gwynn, el maravilloso bateador que ganó 8 coronas de bateo y terminó con ese promedio de por vida. Rod Carew, el formidable jugador panameño que consiguió una serie de Champion Bate, finalizó con 328, y otro de los grandes, Pete Rose, con 303. Roberto Clemente, evaluado por los más prestigiosos columnistas deportivos como el mejor bateador latinoamericano de todas las épocas, alcanzó 317 en 17 justas, y Peruchín Cepeda, también de Puerto Rico, terminó su carrera con promedio de 267. Otro elemento de juicio al respecto es la gran cantidad de hombres que en Cuba terminaron con promedios superiores a los 400 puntos en los liderazgos de bateo; entre 1977 y 1998 muchos compilaron entre esa cifra y 446, que contrasta con el 318 de Pedro Chávez en 1967 y el 396 de Fermín Laffita en 1975. Los promedios ofensivos en la Isla también están falseados por la utilización de terrenos municipales con medidas arbitrarias, que tuvieron su clímax en los estadios de Isla de la Juventud y de Sancti Spíritus, bautizados por los fanáticos como "la caldera del diablo" y "el paraíso de los jonrones". Otro aspecto a considerar es que excelentes lanzadores vieron repentinamente aumentados su promedio de carreras limpias, como fueron los de Braudilio Vinent, Rogelio García, Julio Romero, Omar Carrero, Oscar Romero y Lázaro Santana, los mejores exponentes del box cubano en los últimos 20 años. La entrada del bate de bambú en la venidera serie, que según los estrategas chinos (?) produce un aumento de alcance entre un 15 y un 20%, muy parecido al del aluminio, y la segunda utilización de la pelota Mizuno 150, hacen pensar que ese "matrimonio chino-nipón" producirá un aluvión de datos, records y jonrones que sólo desaparecieron en las temporadas de 1999 y el 2000, al depender del respetable bate de madera.

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