Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Deporte
Los llamados y los elegidos

Para ingresar a las Grandes Ligas, los peloteros procedentes de la Isla deben vencer considerables obstáculos.
por JORGE EBRO, Miami Parte 2 / 2

Cerrado el mercado cubano, que era el mayor proveedor de talentos para las Grandes Ligas, las organizaciones rentadas buscaron otros espacios para cultivar jóvenes prospectos, con lo cual salieron tres grandes beneficiados: Puerto Rico, Venezuela y, sobre todo, República Dominicana.

Aquellos equipos amateurs que enfrentó Cuba en las décadas pasadas no eran, ni siquiera, lo mejor de esas regiones en edades tempranas. Lo más selecto de los peloteros de la región caribeña ya se estaba formando en las escuelas especializadas con vista a su futura integración en el mejor béisbol del mundo.

En esas escuelas los muchachos no sólo reciben los rudimentos básicos del juego en su mejor extensión, con profesores capacitados —muchos de ellos veteranos de calibre— que los evalúan paulatinamente, sino que también les enseñan inglés, normas de educación y convivencia en equipo.

De ahí que a estos prospectos les resulta mucho más fácil que a los cubanos adentrarse en el movedizo terreno de la pelota rentada. Saben a dónde se dirigen y, a su vez, los equipos conocen el material con que trabajan. Los han venido siguiendo por años, de modo que el margen de sorpresa es mínimo.

Los cubanos, cuando más, traen como aval haber integrado algún equipo nacional y nada más. Saben muy poco inglés y desconocen cuál será su futuro en un mercado tan volátil. De ahí puede explicarse el miedo de aquel talentoso jovencito.

En la Isla, a los lanzadores les enseñan dos o tres tipos de envíos. A saber: la recta, la curva, y a duras penas un slider o un rompimiento. En las Mayores cada serpentinero domina cinco o seis, puede mezclar más y dominar más, lo que cual es una dificultad añadida para los jugadores cubanos de posición, que están acostumbrados a lidiar con un repertorio menos diverso.

Tampoco es de olvidar el capítulo de las lesiones, que han truncado más de una aspiración entre los últimos que han intentado dar el salto. En la mayoría de los casos se debe a la diferencia, de tiempo y calidad, entre los torneos de la Isla y los de Estados Unidos.

Si algo ha salvado la presencia cubana, al menos de los recién llegados en estos años, en las Grandes Ligas —cuyo primer y gran obstáculo ha sido el accidente político de la Isla—, es el coraje y, especialmente, la persistencia de sus exponentes.

Como dijo Vladimir Núñez, lanzador de los Marlins, en cierta ocasión: "Los cubanos que estamos ahora en las Grandes Ligas tenemos que mirar bien fijo al horizonte y caminar sin descanso, porque venimos abriendo camino para los que deseen seguirnos. No podemos fallar".

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