Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Deporte
Los llamados y los elegidos

Para ingresar a las Grandes Ligas, los peloteros procedentes de la Isla deben vencer considerables obstáculos.
por JORGE EBRO, Miami Parte 1 / 2
Lanzador Vladimir Nuñez
Lanzador Vladimir Nuñez

Aunque no lo puedan decir en voz alta, son muchos los peloteros cubanos de la nueva generación y de edades juveniles que sueñan con jugar en las Grandes Ligas. La gloria tiene varios estratos, pero en el béisbol sólo hay una perdurable y universal cuando se ha probado el talento en su listón más alto.

Hace poco cierto cazaprospectos conversó con un prometedor pelotero que recientemente viajó al extranjero durante una gira de la Selección Nacional. El muchacho le confesó en voz baja que, como casi todo el resto del equipo, ardía en deseos de intentar el sueño de la Gran Carpa, pero tenía mucho miedo. Finalmente, retornó a Cuba.

Ese miedo a lo desconocido, natural o inculcado, es el primer obstáculo —pero no el último— que enfrentan los jugadores cubanos respecto a los de otras nacionalidades cuando se trata de hacer el grado en uno de los 30 equipos de las Ligas Mayores.

El talento es una parte primordial en la consecución del sueño, pero no la única. Se necesita, además, el insoslayable factor suerte, la posibilidad de que los evaluadores observen a los prospectos, que los equipos que los han firmado en principio tengan cupos en el futuro.

Alex Sánchez vegetó cuatro largos años en la sombra de un equipo de Liga Menor de los Devil Rays de Tampa Bay, y sólo cuando lo descartaron fue que los Cerveceros de Milwaukee advirtieron su potencial, al punto que hoy es su jardinero central titular y uno de los mejores primeros bates de las Mayores.

"Yo siempre fui el mismo, pero por algún motivo Tampa Bay nunca me concedió la oportunidad", explica Sánchez. "Hubo momentos muy duros en que pensé que todo había acabado, pero nunca me cansé y seguí hacia delante".

Si él lo logró otros también podrán, pero en el caso de los cubanos se requiere una doble dosis de perseverancia. De lucha constante contra las adversidades, que en una competencia tan fuerte como las Grandes Ligas están a la orden del día.

Con el triunfo de la revolución, todo lo que estaba relacionado con el profesionalismo llegó a su fin. Muchos peloteros emigraron y con ellos se fueron las academias que habían establecido en la Isla varias sucursales de los equipos de renombre.

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