Martes, 09 abril 2002 Año III. Edición 340 IMAGENES PORTADA
Deporte
La sombra del paro

Varias huelgas han sacudido las Ligas Mayores y la próxima pudiera no estar muy lejos.
por JORGE EBRO, Miami  
Jason Giambi
Inicialista de los Yankees Jason Giambi

"Llévame al juego de pelota, llévame con la multitud..." Así comienza el que pudiera considerarse como segundo himno de los Estados Unidos. No pasa un día en este país sin que alguien, desde el gigantesco Yankee Stadium o el más escondido parque provinciano, entone esta canción casi tan vieja como el propio juego de béisbol.

El béisbol es parte esencial de la naturaleza en Norteamérica. Un deporte que depara la victoria al colectivo sólo después de que brillan las individualidades. Una disciplina ruda y llena de regulaciones, pero a la vez envuelta en la elegancia de lo inesperado.

Cada noche, durante seis largos meses, decenas de miles de aficionados abarrotan los estadios para observar a sus ídolos de carne y hueso desempeñarse como dioses sobre el terreno. El béisbol es más que una pasatiempo, casi una droga.

No por gusto, durante la Gran Depresión de los años 30 y la Segunda Guerra Mundial las Grandes Ligas se mantuvieron contra viento y marea. Es famosa la carta del entonces presidente Franklyn Delano Rooselvet pidiéndole al Comisionado del Béisbol que bajo ningún concepto permitiera un receso.

Sin embargo, lo que no han podido las guerras y las crisis económicas lo han logrado las diferencias entre dueños y peloteros. Varias huelgas han sacudido los cimientos de las Ligas Mayores y la próxima pudiera no estar tan lejos.

El último convenio laboral, que regula y pone coto a las ganancias de un lado y de otro, expiró en noviembre del pasado año y las conversaciones entre el grupo de propietarios y la poderosa Asociación de Jugadores todavía no han encontrado sintonía.

Es cierto que los salarios se han disparado de manera exorbitante. Ahí están los ejemplos de Alex Rodríguez, con sus 225 millones de dólares por 10 años, y los 128 de Jason Giambi por ocho. La lista de jugadores que supera los 20 millones es extensa, mientras que el sueldo básico se han incrementado de 19.000 dólares en 1969 a 200.000 en los dos últimos años.

Sin embargo, los propietarios tampoco se quedan muy distantes y han visto sus ganancias subir aceleradamente. La lucha entre estas dos facciones, que tuvo su último encontronazo en la huelga de mediados de los 90, podría estar alcanzando otro punto de fricción que pudiera desembocar en un nuevo paro si para fines de la actual temporada no se alcanza un acuerdo laboral que satisfaga los intereses de ambos lados.

Los propietarios han hecho una declaración aclarando que no tienen ninguna intención de provocar una huelga, pero el sindicato de los peloteros, curtido en cientos de luchas laborales, considera que los dueños no están interesados en un pacto justo.

Durante los entrenamientos de primavera, previos al inicio de la temporada, varios enviados de la Asociación recorrieron los campos de ejercicios para comunicarles a los peloteros que se fueran preparando para lo peor. Lo peor no es otra cosa que el paro.

Cada vez que se toca el tema a los fanáticos se les hiela el alma. Nada hay más aburrido en los Estados Unidos que un domingo sin béisbol. De producirse la huelga, no perderían los peloteros, ni los dueños, sino los millones de personas que los enriquecen a ellos cuando pagan las caras entradas en los parques o compran una gorra de los Yankees —por cierto, la más vendida del mundo.

Saber que millones de rostros anónimos, no sólo en Estados Unidos, sino en el resto del planeta, se sientan a ver los partidos de béisbol, les permite a los equipos vender por los cielos los derechos de transmisión televisiva. Si de algo no hay duda es que el béisbol es un deporte muy rentable.

La actual temporada lo tiene todo para ser un éxito. Barry Bonds va en camino de romper su propio récord de jonrones, mientras que la disputa entre Arizona y Nueva York pudiera ser más inolvidable que la del año pasado, pero la sombra del paro se tiende amenazante sobre las Mayores.

Ojalá que no suceda. Ojalá siempre se escuche aquello de "llévame al juego de pelota..."


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