| Hasta el gato se quedó |
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| Seis piezas claves abandonan el patio: el voleibol masculino en fase terminal. |
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| por JORGE EBRO |
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La lista de deportistas cubanos que han desertado en los último años es realmente asombrosa, pero ninguna ha sido tan traumática para las autoridades de la Isla como la de los seis integrantes del equipo nacional de voleibol, porque con ellos se escapa también la posibilidad de unas medallas olímpicas o mundiales.
No es el caso de un superatleta que decide partir de su país en busca de mejores soles económicos y sociales. Una golondrina que emigra no hace invierno. Un deportista que se marcha no decide el curso de su especialidad.
Sin embargo, estos seis hombres que hoy se encuentran en Italia, de golpe y plumazo, han desbarrancado las aspiraciones del voleibol cubano de mantenerse en planos estelares. No se está hablando de seis mediocres o jugadores de banca, sino de seis regulares, los que marcaban el ritmo dentro de la selección.
Ihosvany Hernández, Leonel Marshall, Ramón Gato, Ángel Denis, Jorge Luis Hernández y Yasel Romero, especialmente los primeros, han sido claves dentro de un equipo que siempre se mantuvo entre los primeros del orbe y que, junto a la selección femenina, convertían al voleibol cubano en el mejor de manera integral.
Ihosvany, quien fuera el capitán de la escuadra por espacio de una década, ganó varios trofeos como mejor bloqueador del planeta en varias Ligas Mundiales y se destacaba por ser la bujía inspiradora del conjunto en sus momentos bajos.
Marshall, hijo de uno de los más completos voleibolistas cubanos de todos los tiempos, se había convertido en el principal atacador del equipo, el hombre que llevaba la ofensiva y que, pese a su corta edad, estaba destinado a brillar por todo lo alto.
Por su parte, Denis se caracteriza por ser un verdadero maestro en el ataque con una zurda potente que desconcierta a la defensa contraria. Comenzó su carrera como libero, pero su tremendo poder de salto y sus electrizantes remates lo llevaron a la primera línea de la selección.
Gato sobresalía por ser excelente a la ofensiva y a la defensiva, lo cual lo convertía en un atleta integral, mientras que Jorge Luis y Romero eran la futura cantera que ya estaba a punto de tomar las riendas en la natural renovación del equipo.
Ihosvany, Denis, Gato y Marshall ya habían tomado parte en la liga italiana de voleibol, la más fuerte, donde también se desenvuelven los mejores de Rusia, Brasil, Yugoslavia, Grecia y España. Desde el principio, los cubanos fueron muy alabados por sus condiciones físicas y su talento, y la propia prensa en la Isla debió reconocer el mérito que presupone brillar allí, junto a los profesionales.
Sin embargo, al parecer los voleibolistas se cansaron de entregar las mayores partes de la bolsa al Estado cubano y decidieron emprender el riesgoso camino de jugar en Europa, so pena de ser considerados traidores.
Si se toma en cuenta que el pasador regular, Diago, está camino del retiro, y que el mejor de todo el equipo, Osvaldo Hernández —posiblemente el que más rápido haya rematado en la historia del voleibol cubano— se alejó de la selección también para casarse con una italiana, entonces no queda duda que este episodio afectará a la disciplina en la Isla, por los menos en cinco años.
"No tenemos motivos políticos, ni problemas con el Gobierno cubano", declaró Ihosvany a su llegada a Roma, tratando de suavizar la situación. Bien, pues ya los tienen, porque en Cuba nunca los perdonarán. Si no, que le pregunten a la saltadora Niurka Montalvo, quien manifestó su deseo de seguir compitiendo por la Isla y que se fue por amor.
El sólo hecho de expresar el deseo de jugar en la liga profesional, sin pedir permiso, es más que suficiente para ser borrados de la historia deportiva cubana.
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