| La gran dama del voleibol |
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| Regla Torres y Eugenio George, un dúo de estrellas que podría dar la cuarta medalla olímpica al voli cubano en Atenas. |
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| por JORGE EBRO |
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De manera casi inadvertida, debido al alud de premoniciones bélicas que azota las primeras planas de los diarios y los titulares de televisión, se produjo un hecho que, en circunstancias normales, hubiese recibido mayor destaque. Pero nunca es tarde si la noticia es buena.
La semana pasada, la Federación Internacional de Voleibol escogió de manera oficial a sus mejores exponentes del siglo. Dos cubanos ocuparon los lugares cimeros del ranking dentro de una larga lista de estrellas. La espigada atacadora Regla Torres, fue seleccionada como la mejor atleta de la centuria en la disciplina y Eugenio George, se llevó el galardón de mejor director técnico.
En una gala celebrada en Alemania, que contó con la presencia de decenas de atletas de los cinco continentes, los más altos ejecutivos otorgaron los premios. Durante meses, un jurado de especialistas se encargó de elegir los rostros más emblemáticos de un deporte que es practicado asiduamente por más de 400 millones de personas.
Con apenas 18 años, Torres integró el equipo que se coronó campeón en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Desde ese momento, la cubana fue el complemento perfecto y superior sustituta de esa otra leyenda que responde al nombre de Mireya Luis, quien también recibió muchos votos en las encuestas.
Con un saque potente y un remate demoledor, Torres fue la verdadera bujía inspiradora del elenco y son memorables las decenas de encuentros en que se echó el equipo a cuestas para llevarlo a la victoria.
En 1996 volvió a sobresalir en la cita de Atlanta, donde el conjunto caribeño abrió con dos derrotas consecutivas y supo renacer de sus cenizas para venir de atrás y ocupar nuevamente la primera plaza. Aunque todavía joven, jugaba con la convicción de una veterana y la temeridad de sus 22 años.
De hecho, al encuentro de Sidney 2000 Regla Torres llegó precedida de una aureola de invencibilidad y fue una de las atletas más asediadas por la prensa. Nuevamente, y por tercera ocasión, el equipo se coronó campeón olímpico, algo nunca antes logrado en la historia.
Por su parte, Eugenio George es sobradamente conocido por la cantidad de títulos mundiales y olímpicos que ha sumado a su magnífica hoja de servicios al frente de las selecciones nacionales. George es un verdadero artífice de cuadros vencedores y nadie puede superarlo en capacidad organizativa y diseño de estrategias de juego.
Tal vez nadie como él comprende el espíritu del voleibol. Todavía se recuerda su primer campeonato mundial, en 1978, cuando el equipo cubano era el perfecto desconocido y la selección rusa campeaba por su respeto. En aquel equipo sobresalían nombres como el de Mercedes Pérez, Mercedes Pomares e Imilsis Téllez.
A partir de esa victoria, George fue tejiendo una cadena de éxitos que ha tenido sus momentos cumbres en las tres citas olímpicas. Aunque no fue al frente del equipo a Sidney —al menos en el papel—, fue el orfebre de la victoria y quien dio las órdenes de mando. No por gusto, luego del triunfo, las muchachas todas le colgaron sus medallas doradas en el pecho. Honor a quien honor merece.
Sólo una votación fue injusta. La selección japonesa que asombró al mundo a mediados de los sesenta y principios de los setenta, las llamadas Niñas Magas del Oriente, fue elegida como la mejor del siglo. El propio George, en una frase condescendiente, reconoció que aquel equipo había revolucionado el voleibol. Mujeres de escasa talla que superaron a las gigantes europeas a base de velocidad y combinaciones de jugadas. Sin embargo, se obvió a la agrupación cubana que ha ganado las tres medallas olímpicas y que, incluso, podría echarse al cuello un cuarto título en Atenas. Regla Torres estará allí. Eugenio George también. Todo es posible.
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