Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Con ojos de lector
Desde la mirada ajena

por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami  
Portada

En los últimos años, los libros sobre Cuba escritos por extranjeros son tan abundantes que van camino de constituir un subgénero. Manuel Vázquez Montalbán, Andrés Oppenheimer, Jeanine Verdés-Leroux, Ian Lumsden, Román Orozco, Denis Roussea y Corine Cumerlato, son algunos de los autores que se han acercado a la realidad de la Isla, unos mediante el ensayo de investigación y otros empleando un lenguaje más periodístico. A este último grupo pertenece el libro Ay, Cuba! A Socio-Erotic Journey (Picador USA, New York, 2001), de Andrei Codrescu y con fotografías de David Graham.

Nicolai Codrescu es profesor de literatura en Louisiana State University, ha publicado varios libros y desde hace más de una década es comentarista del programa All Things Considered, de la National Public Radio. En su biografía hay, sin embargo, un dato muy a tomar en cuenta para poder entender la particular visión de la Cuba de hoy que ofrece en su libro: es de origen rumano y hasta los diecinueve años vivió bajo el régimen totalitario que gobernó en ese país. Por eso, cuando en 1997 le propusieron ir a la isla caribeña, no lo pensó dos veces y aceptó encantado. Como comenta, la idea le entusiasmaba no porque sintiera nostalgia por el Estado socialista que rigió sus primeros diecinueve años, ni tampoco por "el deseo de ser un 'agente funerario' del comunismo". Quería ir a Cuba porque deseaba ver con sus propios ojos "la descomposición de una ideología antes de que todos sus elementos se trasmutasen en los nocivos gases que hoy ahogan a la Europa Oriental: la policía secreta convertida en mafia, el timo de la propiedad estatal, el nacionalismo, la xenofobia, el fascismo, el capitalismo salvaje, la prostitución y el parlamentarismo trágico-hilarante". Codrescu viajó, pues, a Cuba, como quien va "al laboratorio del pre-pos-comunismo y a un medio ambiente ideal para estudiar la bestia moribunda cuando aún está (apenas) respirando".

A lo largo de las doscientas seis páginas del libro, Codrescu va desgranando sus observaciones y comentarios acerca de la realidad que encuentra en la Isla, y en muchas ocasiones eso lo lleva a compararla con la que él conoció en su país natal. Por ejemplo, la lectura de los titulares del Granma le hace recordar los periódicos de la Rumania de Ceausescu, que se usaban para conciliar el sueño: "Eran como un Valium, especialmente las secciones sobre los grandes logros en la producción. Tantos litros de leche, tantas toneladas cúbicas de maíz. Eran mis canciones de cuna y gracias a ellas yo dormía plácidamente". Su recorrido por ciudades como La Habana y Santiago le permite comprobar que, al igual que Rumania y el resto del extinto campo socialista, Cuba tiene una perpetua crisis de vivienda, lo cual, afirma, es una de las muchas ironías de un sistema dedicado, por definición, a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Y apunta: "El problema, pienso yo, es que cuando los comunistas llegaron al poder se vieron a sí mismos como los proveedores de todas las cosas buenas. Al hacerlo agotaron todos los recursos existentes en un tiempo récord, pero no fueron capaces de motivar al pueblo lo suficiente como para que creara nuevos recursos. Después de todo, si uno vive en el Paraíso, ¿para qué trabajar? El Partido se encargará de proveernos de todo".

En los doce días que pasó en Cuba, Nicolai Codrescu vivió suficientes experiencias como para entender un poco las complejidades y contradicciones de ese país situado a sólo noventa millas de las costas de Estados Unidos y que, sin embargo, es un mundo aparte. Conversó con jineteras, amas de casa, obreros y escritores jóvenes que defienden la ciencia ficción como un medio para especular sobre el futuro. Asistió a una sesión de santería, al desfile de peregrinos devotos de San Lázaro, a un baile popular. Y como era inevitable, se fumó unos cuantos habanos, bebió ron abundantemente y descubrió el secreto de la belleza de las cubanas. Se refiere asimismo a lo mucho que le sorprendió lo bien preparados que están los cubanos, y confiesa que casi sintió envidia por su voracidad intelectual: "Para los cubanos, la cultura no es lujo, sino un alimento para la sobrevivencia creativa". Recoge además unas cuantas muestras del ingenio y el humor populares. Entonces era inminente la visita del Papa, y el primer chiste que escuchó estaba relacionado con tan significativo visitante: "¿Sabes por qué el Papa viene a Cuba? Para visitar el infierno, encontrarse con el diablo y ver por qué once millones de personas aún creen en los milagros". En el libro hay, por último, entrevistas particularmente interesantes al arquitecto Mario Coyula, la profesora Zoila Lapique y a Lohania Aruca, directora del cementerio Cristóbal Colón. Codrescu fue asimismo el último periodista que entrevistó al pelotero Orlando Hernández, "El Duque", quien cuatro días después logró escapar de la Isla en un bote de pesca.

En el epílogo de su libro, Nicolai Codrescue escribe: "Los cubanos están llenos de afecto, son una fuente inagotable de cariño. Mirarlos desde otra perspectiva es no entenderlos". Ay, Cuba!... es, a su vez, un retrato divertido y entrañable, con el cual su autor parece haber querido expresar su agradecimiento a esos hombres y mujeres de la Isla que le abrieron sus casas y sus corazones.


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