Martes, 26 febrero 2002 Año III. Edición 310 IMAGENES PORTADA
Los libros
Memorial de un testigo

por C. E. D. Parte 1 / 2
Portada

El libro más famoso de Gastón Baquero es el título escogido por el poeta e investigador Emilio de Armas. Para él, se trata de uno de los libros más significativos de la literatura cubana moderna, en el cual la cristalización milagrosa de un desembarazo casi adolescente se combina con esa madurez atemporal que irradia la gran poesía.

La palabra en estado de plena liberación

El año de 1966 vio la publicación de dos de los más significativos libros de la poesía cubana moderna: El oscuro esplendor, de Eliseo Diego, y Memorial de un testigo, de Gastón Baquero. El primero apareció en la Isla; el segundo, en el exilio español al que su autor se había acogido desde 1959. Ambas obras coinciden en su extraordinaria recreación de la realidad a partir de la memoria: en El oscuro esplendor, esta recreación es radicalmente nostálgica; en Memorial..., en cambio, la memoria se proyecta hacia el pasado y el futuro, como una fuerza capaz de apoderarse de lo vivido para integrarlo vitalmente a la experiencia.

Si en El oscuro esplendor se encuentra la palabra en plena gravitación en torno de los seres y las cosas, en Memorial... se descubre la palabra en estado de plena liberación. Recordemos que en Palabras escritas en la arena por un inocente, de Baquero, la voz coral congregada en torno al niño había sentenciado: "Dejemos vivo para siempre a ese inocente niño./ Porque garabatea incesantemente palabras en la arena./ Y no sabe si sabe o si no sabe./ Y asiste al espectáculo de la belleza como al vivo cuerpo de Dios". Quien habla ahora —el "yo poético" de Memorial...— es aquel mismo "inocente" que antes había escrito sus palabras en la arena. El tono del libro de Baquero proviene directamente de la novena sección de Palabras escritas..., donde las limitaciones del tiempo real y del tiempo histórico son trascendidas a favor de un diálogo en el que todas las voces parecen congregarse en un presente eterno: "Estamos en Ceylán a la sombra crujiente de los arrozales./ Hablamos invisiblemente la Emperatriz Faustina,/ Juliano el Apóstata y yo./ Niño, dijeron, qué haces tan temprano en Ceylán,/ Qué haces en Ceylán si no has muerto todavía".

En Memorial... aquel niño que no ha "muerto todavía" regresa para redactar un manuscrito sin principio ni fin, pues cada poema del libro no es sino expresión de una voz que se ha hecho una con el tiempo, libre ya de concreciones geográficas, y pendiente por igual de la muerte de los seres y las cosas como de la permanente resurrección de la vida: "Cuando Juan Sebastián comenzó a escribir la Cantata del café,/ yo estaba allí:/ llevaba sobre sus hombros, con la punta de los dedos,/ el compás de la zarabanda".

Ausente de Cuba desde 1959, Gastón Baquero regresaba a ella en este libro como han tenido que regresar otros muchos poetas de la Isla: convertido en pura palabra, ya sin las apoyaturas de la voz, el gesto, la sonrisa, el traje o el sombrero; de todo eso que le sirve al hombre para ocupar un lugar en el tiempo y el espacio en medio de sus semejantes. Como palabra pura, pues, era preciso recibirlo y leerlo.

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