Jueves, 20 diciembre 2001 Año II. Edición 261 IMAGENES PORTADA
Los libros
Onoloria

por C. E. D.  
Portada

Miguel Collazo es para el narrador, ensayista y poeta Antonio José Ponte, un prosista menor de excelencia, un raro. Autor de libros tan inusuales en el panorama de nuestra literatura contemporánea como El libro fantástico de Oaj, El viaje, El Arco de Belén y Estación Central, mereció los elogios de Virgilio Piñera, Eliseo Diego y Fina García Marruz, entre otros. De la obra narrativa de Collazo, Ponte ha seleccionado Onoloria, para él el más extraño y perfecto de todos sus textos.

Un cuadro, un tapiz y un emblema

Tómese El retrato del matrimonio Arnolfini, por Van Eyck, tómese uno de los más renombrados tapices del Museo de Cluny —La ofrenda del corazón, del Maestro de Arras—, agréguese un emblema alquímico para la coniuctio solis et lunae o conjunción del Sol y la Luna, y estaremos acercándonos a Onoloria. Tales aportaciones, sin embargo, inclinarán a la novela histórica de vientre pesado, a las triquiñuelas a lo Umberto Eco, cuando la noveleta de Miguel Collazo es todo lo contrario.

Su protagonista, Onoloria, teje tapiz muy semejante al del Maestro de Arras. Lisuarte compone un tratado de alquimia y recibe a un grupo de sabios que discuten de símbolos (dos de ellos no ponen cruz latina al pie de sus firmas). Y un pintor retrata a Onoloria y a Lisuarte en arreglo idéntico al de los Arnolfini. Cuadro, tapiz y emblema de tratado alquímico procuran explicar el misterio de la pareja de recién casados.

La esposa resulta enigmática para su esposo, éste no es menos misterioso para ella, y el poco diálogo que hacen no llega hasta el lector. Matrimonio de mudos, preserva su misterio gracias a la ausencia de explicaciones. Todo lo que él quiere averiguar acerca de su esposa lo busca en el tapiz, no en palabras de ésta. Todo lo que Onoloria quiere saber de él podría encontrarse en el tratado que Lisuarte escribe y que ella se dedica a hojear secretamente.

Es misteriosa también la casa que habitan. No la cuidan mastines o guardas, tiene abiertas las puertas, muchas habitaciones están abandonadas, y el servicio doméstico ocurre mágicamente sin criados. Las hojas de un otoño insistente reptan con vida propia por toda la mansión, rodean la figura de Onoloria igual que si ella fuera un remolino. Y llegamos a preguntarnos si no será éste el matrimonio entre un alquimista y una bruja.

No ocurre mucho más en Onoloria, salvo una prosa. Los fabricantes de notas de solapa, desprevenidos ante buenas facturas, se apresuran a llamarla poética, consideran a la noveleta poema en prosa. (Recorrida en extenso, en la prosa cubana de ficción se pasa, con pocas excepciones, de lo sobresaliente a lo ilegible. La corrección, las buenas maneras, no se ven a menudo. Abunda lo chapucero, la chusmería. La prosa cubana de ficción no cuenta con segunda fila a leer gustosamente, escasea en menores de atención, y puede enorgullecerse de muy pocos raros.)

Miguel Collazo es un buen escritor de segunda fila (que no cundan falsas esperanzas: en la primera solamente van pocos), es prosista menor de excelencia y es un raro. Y Onoloria es quizás el más extraño y perfecto de sus libros. Publicado en 1973, constituye el mayor ejemplo de insubordinación a los dictados políticos y literarios de esa época. (Un par de años después, Eliseo Diego publicará Noticias de la Quimera, volumen de cuentos tan anacrónico como el libro de Collazo. Pero Diego pagará peaje en su prólogo, ya que celebra el trabajo de las trilladoras de una república soviética visitada.)

Muy poco ocurre en el librito de Collazo, aunque algo definitivo parece a punto de sobrevenir. Existe misterio, pero no nos explicamos de qué clase, y no alcanzamos a saber cuál sentido recorre esta fábula. Quizás sea preciso interrogar a la prosa, porque si prosa es tiempo Collazo ha escrito una suerte de eternidad, una extraña felicidad de recién casados.

Dentro de la literatura cubana puede aproximársele otro libro que recrea (aunque menos eficazmente) la obra de los maestros pictóricos flamencos: Andanzas, de Octavio Smith. Y óleos de un pintor cubano contemporáneo como Cosme Proenza irían bien con las páginas de Onoloria.

Su autor compuso obras de ciencia-ficción, hermosos poemas, cuentos, varias novelas. Su último libro es también muy enigmática novela: Trastiendas (si Onoloria pregunta por la elección matrimonial, Trastiendas investiga los recovecos de la amistad). Miguel Collazo nació en La Habana en 1936 y se dio muerte en esta misma ciudad, hace dos años. Fue, además de escritor, pintor.


Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

El regreso y otros cuentos
CED
La ciudad de las columnas
La edad de oro
Paradiso
Cobra
Puente en la oscuridad
NOTICIERO
SOCIEDAD
ECONOMÍA
CULTURA
los libros
el criticón
el caldero
INTERNACIONAL
DEPORTE
MÚSICA
OPINIÓN
DESDE...
ENLACES
Chat
Cartas
BUSCADOR
Galeria
Art Nouveau
EDICIONES
» Actual
« Anterior
» Siguiente
Seleccionar
D:  
M:  
A:  
   
Guagua
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.