Martes, 04 diciembre 2001 Año II. Edición 249 IMAGENES PORTADA
Los libros
La edad de oro

por C. E. D. Parte 1 / 2
Portada

Una vez más, un libro de José Martí ocupa espacio en esta sección. El poeta y crítico Reinaldo García Ramos cuenta que descubrió La edad de oro cuando estaba en segundo o tercer grado. Desde entonces, ha vuelto varias veces sobre esta obra mágica, que para él reivindica la libertad que tiene el ser humano de inventar todo lo que no ve. Un texto imperecedero en el cual, como apuntó Gastón Baquero, se enseña de todo, pero en el que ante todo se enseña a amar a la humanidad.

El esplendor de la imaginación poética

¿Por qué escogí este libro? No sé bien por qué, pero fue el primero que me vino a la mente cuando leí la invitación a participar. La edad de oro es una obra mágica, en la que el esplendor de la imaginación poética predomina todo el tiempo, a pesar de la solemnidad y el tono más bien dogmático con que se expresan las obsesiones moralizantes y los propósitos racionalistas del autor, y creo que no se podría entender completamente nuestra visión del mundo y de su historia sin alguno de los componentes que Martí puso en su revista "de recreo e instrucción". Ese esplendor poético se mantiene en los cuatro números y en todos los trabajos que aparecieron en la revista, porque Martí escribió con plena libertad, dejó volar sin contenciones su propia fantasía, como si él también fuera un niño (en la famosa crónica sobre la exposición de París llega a decir: "para nosotros, los niños, hay un palacio de juguetes"). En los cuentos como el de Bebé, Nené y Piedad, ese encanto de la evocación lírica se reafirma sin dificultades, debido a la delicadeza de los propios hechos narrados, pero no decae en los textos de factura histórica o sociológica, en que las precisiones se presentan a menudo sumidas en un desorden de fabulaciones. Pues no importa mucho la ocasional inexactitud, la hipérbole evidente o el exceso de la información, sino la armonía de la evocación, lo cual constituye una virtud genuinamente literaria.

Con esas libertades dignificadas, Martí nos abrió la posibilidad de soñar el mundo, de reinventarlo, y nos reafirmó el derecho a imaginar explicaciones y ordenamientos desde nuestra propia pobreza y pequeñez. "El hombre no ha de descansar hasta que no entienda todo lo que ve", dice, con su característico tono axiomático; pero la principal enseñanza del libro es que el ser humano, y sobre todo el cubano, no se debe privar nunca de la libertad de imaginar todo lo que no ve. Es como si este libro, que casi todo cubano leyó o por lo menos hojeó en la escuela, nos empujara a asomarnos al universo de una manera inocente y arrogante a un tiempo, con ademanes respetuosos pero también agresivos. Es una obra consustancial con la capacidad de fabulación del cubano.

Y, desde luego, habría que añadir enseguida que los "niños" que nuestro poeta tenía en mente eran unos seres excepcionales: partiendo de sus propias sospechas ("los niños saben más de lo que parece"), Martí se dirige a unos seres de extraordinarias dotes intelectuales, pequeños superdotados imbuidos de una formación ética superior o incluso adolescentes avispados, a los que habla con conceptos y abstracciones intrincados e inunda de datos excesivos y referencias a otras culturas, remotos hechos, etc., sin atenuar en modo alguno la aridez de la información o de ciertos razonamientos. Esa visión idealizante, que prefiere desconocer las limitaciones objetivas del país y de sus individuos, también está presente en la oratoria martiana, desde luego, y aparece aquí sin perder su entonación grandiosa ni su fuerza torrencial. Sin embargo, armoniza a la perfección con el ámbito literario en que se enmarcan los textos de La edad de oro, pues da a éstos una factura similar a la de los cuentos tradicionales sobre magos y hadas, con su particular flexibilidad y su extraño sistema de causas y efectos. Como muchas otras obras de la llamada "literatura infantil" (de La Fontaine, Carroll, Saint-Exupéry o, incluso, el Platero y yo de Juan Ramón), La edad de oro es en realidad un libro escrito para adultos que no quieren serlo, que aún no se han endurecido del todo y que por tanto han retenido en sus almas cierta forma de dicha y de asombro. De ahí que el libro conserve su validez misteriosa y adquiera un reconocimiento cada vez más universal.

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