Martes, 20 noviembre 2001 Año II. Edición 239 IMAGENES PORTADA
Los libros
Cobra

por C. E. D. Parte 1 / 2
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Autor de una obra poética irreverente e iconoclasta, y por eso mismo muy estimulante, Néstor Díaz de Villegas descubrió por azar la novela de Sarduy, una obra caleidoscópica, traviesa, lúdica y carnavalesca, de la cual Roland Barthes escribió: "He aquí verdaderamente un texto paradisíaco, utópico (sin lugar)", que "es el desafío de una alegría continua, el momento en que por su exceso verbal sucumbe y cae en el pozo".

La gaya ciencia o la sabiduría alegre

Hace ya muchos años, recién llegado de Cuba, descubrí por azar en uno de los polvorientos estantes de la Librería Universal la edición argentina de Cobra (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1972), la tercera novela de Severo Sarduy.

Como cualquier poeta emigrado, conocía de oídas el nombre del autor y su leyenda, aunque permanecía inocente a una de las obras más originales (e inclasificables) de la literatura de mi país natal. El deslumbramiento de esa primera lectura me hizo devorar en unos meses todos los títulos que dormitaban en aquel estante marcado con una S de calcomanía: De donde son los cantantes, Big Bang, Maitreya, Barroco, Gestos... Con el paso del tiempo, las impresiones de tan desaforada lectura han permanecido intactas. Trataré de reproducirlas.

Me asombró entonces, y todavía me asombra, encontrar en Cobra la huella fosilizada de la estratagema retórica revolucionaria ("Cayó en el determinismo ortopédico"; "¡Pronto caeremos en el estajanovismo!") bajo un estrato de folclor homosexual ("Hay que corregir los errores del binarismo natural"). Esa temprana crítica del lenguaje partidista, concebida desde el exilio, no encontró sus lectores en el momento oportuno. A partir de Gestos, sin embargo, la lengua en que habló Sarduy resultaba políticamente sospechosa: su expresión decadente, su diletantismo militante y el costado kitsch de sus imágenes ("acuñadas, según Bambi, con cerquillo castaño"; "distribuyendo aretes y adjetivos", etc.) esbozaron una crítica, desde el lenguaje, a la dictadura del Newspeak imperante en la Isla.

Por otra parte, hay un Severo aficionado a la física, descubridor de las partículas elementales de la cubanidad: Auxilio y Socorro. Sus investigaciones lo llevaron enseguida a la clasificación de otras subpartículas de significado, girando en el interior de ese "teatro generalizado de sucesivos aposentos" que es nuestra Historia. Fueron precisamente sus inclinaciones científicas las que le ganaron el apodo binario de Chelo y Anti-Chelo.

A Sarduy debemos también la intuición de que lo cubano se manifiesta en paquetes discretos: desde lo barroco estatal bajó a niveles de energía literaria en que la nación es sólo "grito pelao". Es ésa la fase terminal de nuestro nacionalismo: lo cubano como universo, con leyes propias —tablas del lenguaje— donde la expresión mínima y la más mínima expresión adquieren una masa que tiende a cero. Masa nula, porque, como ha dicho Roland Barthes en su célebre ensayo sobre el camagüeyano, no significa nada.

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