Jueves, 20 septiembre 2001 Año II. Edición 196 IMAGENES PORTADA
Los libros
José Kozer nos habla de los 'Diarios de Campaña', de Martí

por C. E. D. Parte 1 / 2
Diario

Iniciamos en este número un bloque que se extenderá a lo largo de varias semanas y que recogerá las opiniones de un grupo de escritores y artistas. Sugerimos a éstos que escogieran un libro de la literatura cubana, de cualquier época y cualquier género, que por razones puramente personales fuese significativo para cada uno, y que escribiesen un texto breve, más impresionista y subjetivo que analítico, en el cual argumentaran las razones de su selección, las circunstancias (cuándo, dónde) en que lo leyeron por primera vez y, por último, su valoración general sobre el resto de la obra de ese escritor. La primera colaboración pertenece a José Kozer, uno de nuestros mejores poetas vivos y uno de los que mayor prestigio posee en el ámbito hispanoamericano. El autor de Bajo este cien eligió los Diarios de campaña de José Martí, que para Gastón Baquero es una obra prodigiosa, que demuestra que Martí podía "escribir lo mismo en la palma de la mano, mientras come o viaja, que en la cómoda mesa de escritor".


Aunque no podría asegurarlo, creo haber leído en mi adolescencia los llamados Diarios de campaña de José Martí. Sé que por seguro leí el Martí de Jorge Mañach, así como los dos volúmenes de cartas (familiares y políticas) del Apóstol, ya que dichos libros obran hasta el día de hoy en mi poder. Incluso hasta no hace mucho tiempo sabía de memoria el texto de la última carta de Martí a su madre, aquella en la que le decía: "Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted". Y añadía: "Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida"; palabras que jamás entendí. Hasta hoy aquello de "la cólera de su amor" me resulta intraducible. Puedo decir, de paso, que cuando quiero poner en movimiento la máquina lacrimógena interior, recurro sea a la lectura en voz alta del capítulo final de El Quijote, a la lectura del capítulo bíblico en que el rey David recibe la noticia de la muerte de Absalón o, sin duda, a la lectura de esta carta testamentaria de Martí a su madre. Leí hace tiempo en algún lugar que llorar era bueno para la vista, y como cuido mis ojos más que a la niña de mis ojos, de vez en cuando opto por poner en movimiento mi maquinaria lacrimógena a fin de atender a las necesidades fisiológicas de tan necesitado (y por mí vapuleado) órgano sensorial.

En febrero del 98 leí, o quizá releí, los Diarios de José Martí prologados por Guillermo Cabrera Infante, en hermosa edición del Círculo de Lectores. Escojo este libro para comentarlo porque luego de una ausencia larga (más de cuarenta años) de mi país, creo sentiría algo parecido a lo que sintió Martí al pisar suelo cubano: éxtasis no político, éxtasis no ideológico (¿podría sentirse tal cosa?) sino lisa y llanamente arrobo ante lo inmediato de las palabras cubanas, criollas palabras olvidadas sin duda por el Apóstol, o incluso desconocidas para él. Toda una recuperación verbal. Toda una encarnación lingüística. Los Diarios de Martí son un baño de lenguaje cubano: después de tantos años fuera de Cuba, viviendo en un español que a ojos vistas tropieza a diario con el inglés que lo rodea, de pronto Martí está ingresado, devuelto, a una naturaleza, un trópico exaltante, bullidor, cuyos aromas, color, despliegues de anchura y frescor palpitan en cuantos vocablos oye. Si Martí se sienta a la rústica mesa a compartir frugal condumio, desde mi punto de vista lo que está comiendo son palabras: así el almuerzo es "buen queso, y pan suave, del horno de la casa, y empanadillas de honor, de la harina más leve, con gran huevo: el café es oro, y la mejor leche". Y ya cuando se pone en camino, despidiéndose del anfitrión Nephtalí (este nombre bíblico lo tiene que haber exaltado) le dan "empanadilla y panetela". Es evidente, y creo que a mí me sucedería algo parecido, que Martí no está comiendo queso sino adjetivos, no está (ya que es frugal y no glotón) atragantándose de repostería, café o leche, sino de palabras. Mira y cuanto ve le parece lavado, limpio, en verdad paradisíaco. Gran contraste con la Política: gran contraste esta naturaleza cubana, representada en maravillosas palabras olvidadas y no escuchadas en vivo durante décadas, con las discordias que se avecinan, entre él, Maceo y Máximo Gómez. Y si Cuba lo ha sostenido durante un largo destierro político (es su caso) ahora en Cuba las palabras cubanas lo sostienen.

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