Jueves, 17 octubre 2002 Año III. Edición 474 IMAGENES PORTADA
El criticón
Avatares de una novia

Una película que recrea las venturas y desventuras de los emigrantes cubanos en España.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid  
Cartel

Desde que el tema de la inmigración se ha convertido en uno de los más graves problemas en el ámbito ibérico, el cine español viene reflejándolo. Se han rodado películas que tratan la inmigración africana, la magrebí, la dominicana, etcétera, y las dificultades que afrontan estos colectivos en el largo y complejo proceso de inserción cultural y social que tienen ante sí una vez establecidos en la península. En cuanto al éxodo cubano, ahí están los filmes Cosas que dejé en La Habana, de Manuel Gutiérrez Aragón, y, más recientemente, Rencor, de Miguel Albaladejo. En ambos se refleja, bien de forma directa o tangencial, los avatares de los inmigrantes isleños y los recios aprietos que deben afrontar para conseguir una plena integración.

La novia de Lázaro, de Fernando Merinero, es la historia de Dolores, una joven que deja Cuba siguiendo la llamada de su novio, el cual afronta dificultades para reciclar su vida bajo condiciones socio-económicas y culturales absolutamente diferentes a las que dejó en la Isla; tan es así, que es encarcelado por intento de violación. En un primer momento, Dolores acude a verlo y accede a su petición de que le lleve droga a la cárcel, aunque pronto cae en la cuenta de que Lázaro es un caso perdido y decide dejar de visitarlo. Sin su pareja, sin papeles y contando solamente con la ayuda de Paloma, que le permite vivir en su casa, la cubana se gana la vida de muchas maneras. La difícil andadura la sumerge en ambientes bastante sórdidos, que la llevan a mantener relaciones homosexuales y, a petición de Blanca, otra amiga española, accede a acostarse con el ex marido de ésta con el fin de acumular pruebas para retirarle la patria potestad de sus hijas. A pesar de todo ello, la ex de Lázaro logrará salir adelante.

Hasta aquí, a grandes rasgos, la trama de esta película "viva", que tiene como reconocimiento el Premio a la Mejor Actriz —para la cubana Claudia Rojas— en el Festival de Cine Español de Málaga, 2002. En esta, su cuarta obra, Merinero se atrevió a rodar una película sin guión cerrado, y aunque a primera vista ello pueda parecer un total despropósito es precisamente ahí donde reside una de las mayores virtudes del largometraje: en su frescura y espontaneidad, en el atrevido despliegue dramático de los actores y actrices que, con la Rojas a la cabeza —excepcional en su papel—, se convierten en la quinta esencia de la trama; la cámara se subordina a lo que ellos sienten y expresan, lo cual imparte vida y emoción a cada plano (las escenas carnales ostentan una naturalidad despampanante, a medio camino —o ni eso— entre el erotismo y el sexo duro, genital). El nivel de autenticidad logrado con esta técnica es tal que, a veces, se tiene la impresión de estar ante una historia testimonial, documental, afincada en la vida misma.

A partir de las premisas con que Merinero se planteó rodar este filme, cámara en ristre, era obvio que a cada actor se le exigiría un elevado nivel de entrega, e incluso de capacidad de improvisación; de libertad para ir articulando una historia que avanza a golpes de corazón y de talento y que, al final, satisface plenamente. Quizás por ello el enfoque de las actitudes y comportamientos de los inmigrantes cubanos en España resulte mucho más verosímil y cercano a la realidad que el de otros filmes rodados en los últimos años; esta vez los personajes desbordan humanidad, pasión e, incluso, una extrema ingenuidad al encarar situaciones que les son totalmente inéditas.

De ello dan muestra los protagonistas, tanto Dolores a todo lo largo de la cinta como Lázaro en su rol de profesor de salsa a domicilio: "La maravilla del mundo es el Tercer Mundo", dice intentando captar a una clientela europea que se debate entre su incapacidad para lidiar con lo diferente y su deslumbramiento ante el "exotismo" cubano; como diría Rubén Blades, "América Latina es la cuna del surrealismo, somos la envidia de Europa; nuestra magia los provoca". En suma: un filme que, a pesar de su bajo presupuesto, resulta muy recomendable.


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