Miércoles, 20 febrero 2002 Año III. Edición 306 IMAGENES PORTADA
El criticón
Nada

¿Hay algo en el segundo estreno cubano del último festival de cine de La Habana?
por ANTONIO JOSé PONTE  
Juan Carlos Cremata
Realizador Cremata

Hace unos años el compositor y director de NG La Banda, José Luis Cortés (El Tosco), sufrió los embates de la censura oficial cubana a propósito de un número musical cuya letra tildaba de bruja a una mujer, y echaba a ésta algunos improperios. Se trataba de una más de las canciones de despecho que abundan en la música cubana, pero la censura (orquestada desde la Federación de Mujeres Cubanas) procuró borrar el número de los programas televisivos y radiales, de las salas de baile.

Debió ser en venganza que, poco más tarde, el músico estrenara un número sin sentido en la letra, scatting en hipotético chino. El talento de José Luis Cortés dedicaba a la censura oficial un texto inasible y de burla donde lo único seguible era el estribillo "arroz con palitos".

Ante el primer largometraje de Juan Carlos Cremata (Nada) cabe preguntarse si acaso no está en chino, si todo no es puro scatting. Ya en algunas entrevistas el director había evitado declaraciones repitiendo como única respuesta el título de su película. Y es dable preguntarse si, de igual modo, no habrá querido evitar la censura fílmica.

Pero lo que en música bailable es salida feliz, ingeniosísima, puede descontentar en el cine. E incluso una maravillosa visualidad como la de Nada (fotografía de Raúl Rodríguez Cabrera, edición de Antonio Pérez Reina, dirección de arte de Guillermo Ramírez) reclama mayor peso en su historia.

Lo que este largometraje intenta cabría en un mediometraje. Su protagonista (Thais Valdés) trabaja en una oficina de correos, se dedica a interceptar cartas y a reescribirlas. Para ello tiene que burlar la vigilancia de la jefa (Daisy Granados). Se enamora de un cartero (Nacho Lugo), aunque este amor no es asunto de peso. Y espera su salida del país a través de la lotería migratoria que Estados Unidos ofrece a cubanos.

Nada podría girar alrededor de esa salida migratoria. Un cartel al inicio del filme induce a creerlo. Resulta, sin embargo, asunto esquivado. Para ocupar pies de película, la protagonista es rodeada de grotescos personajes oficinescos, asaltada por una vecina entrometida, único personaje bien escrito (Paula Alí).

Dentro de la oficina de correos de Nada, el comic llega a los bufos, Batman pide la mano de Alicia Rico. Una suerte de atómica Mamacusa Alambrito (Verónica López) pone sal bien gruesa en lo humorístico. Y la secundan un par de personajes gratuitos. La desesperación de la protagonista, su impulso de salir del país y dejar todo atrás, vendrán del cerco de tira cómica que le hace su jefa. Persecución de autos y de bicicleta cierra esa zona de la historia (el filme podría tomarse como una suma de cortometrajes).

Y al final, cuando nada nos hacía pensar en ello, regresamos al asunto migratorio. Terminada la película desconocemos si la protagonista ha decidido no salir del país o ha pasado el tiempo y ella está de vuelta en La Habana. Aunque, ya que la historia importa tan poco, ¿qué más da? Los últimos minutos de filme los pasa tirada en la colina del Hotel Nacional junto al novio cartero, y explica su decisión (no irse o haber vuelto) con este sofisma: lo que de veras importa está dentro de uno. (Frente a abismo ontológico así cabe preguntarse por qué, si lo verdadero es portátil, ella no se lo lleva.)

Nada es la primera parte de una trilogía (Nadie y Nunca se llamarán las restantes). Una espléndida fotografía en blanco y negro, con efectos de color, adornan esta entrega. Si el filme falla por su historia, cuenta con excelencias en lo decorativo (excelencias de lenguaje, se me podrá objetar. Pero cuando el lenguaje brilla despreocupado del decir, cae en lo decorativo). Los créditos iniciales —cielo del Vedado, calle Línea, La Lupe que canta— y un mambo que la protagonista baila frente a casillas postales, demuestran que cuando es lo musical lo que prima (música de Edesio Alejandro), el trabajo de este director resulta inmejorable.

El cine cubano no nos tiene habituado a visualidades memorables. Lo plano impera en él, y Juan Carlos Cremata sorprende gratamente por haberlo evitado en todo momento. Pero no podemos dejar de considerar cuánto ganaría su trabajo si a esa obsesión por lo visual aliara alguna otra. Intelectual, sentimental, narrativa...

Nada recibió el Premio (compartido) de Opera Prima del recién concluido Festival de Cine Latinoamericano de La Habana. Juan Carlos Cremata quiso asombrar también en persona y recogió su premio vestido con un kilt, saya de hombres escoceses.


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