| Nivaria Tejera: 'Una biblioteca es algo más que unas estanterías repletas de libros' |
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| por C. E. D., Miami |
Parte 1 / 2 |
Poeta, novelista de títulos tan significativos como Sonámbulo del sol y El barranco, pintora, Nivaria Tejera ha sido recuperada por los lectores gracias a la reciente publicación de Espero la noche para soñarte, revolución. Aquí nos abre las puertas de esa especie de catalejo o telescopio mágico que es para ella su biblioteca.
¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?
Se me escapa el sentido de esta pregunta, pues no sé contar los libros: los acumulo, los dejo invadirme y hasta huir de mí cuando se esconden. Amo ese descuido aparente que impone el in promptu de la pesquisa creadora. Los varios hogares que he conocido en París respiran libros hasta por los codos: éstos se amontonan alrededor —a pesar suyo— sobre mesas y sillas, desfigurando el contorno de los muebles pero siempre al alcance de la mano, del ojo, del pensamiento. Esta invasión da fe a sus palabras, sus ideas, sus gestos, sus negligencias.
Creo que "poseer" una biblioteca no es paralizarla, depositando en ella una enorme cantidad de libros clasificados: una biblioteca es tan ilimitada como son los movimientos de la literatura; inventa vida propia (yo diría ajena a uno), biblioteca como continente de la adivinación que oculta el pensamiento y sus formas, sufre de nuestros olvidos o se regocija con los objetos, las fotos o las notas que le incrustamos y que pueden colmarle esos espacios vacíos que dejan los libros adosados.
En fin, que una biblioteca de escritor es algo más que una fila de estanterías (como será el caso de un historiador) repleta de libros de consulta: es más bien una especie de catalejo o de telescopio mágico, cuyo silencio aglomerado genera, en la imaginería de su distancia y como de soslayo, una alquimia que arrea la creación.
¿Cómo los tienes organizados: por autor, por tema o indiscriminadamente?
Indiscriminadamente, claro. Localizarlos cada vez es una sorpresa, casi un hallazgo, una alegría renovada, otro desliz voluptuoso del reencuentro.
¿Tienes un lugar específico para los libros escritos por ti?
Sí, el recoveco más apartado y casi invisible de un pequeño armario al que está prohibido acceder. Hay cierto goce espiritual cuando, alguna vez, circunstancias privilegiadas exigen mostrar mis libros, pero es más intenso el que se produce percibiéndolos de lejos —como en la cámara oscura del fotógrafo— ocupar su pequeño grosor que, en definitiva, recuerda y justifica mi paso por la vida. Como si su presencia concreta, en la abstracta continuidad del tiempo, impidiera borrarlo completamente.
¿Qué criterio sigues para controlar la abundancia excesiva de libros, la superpoblación?
Acumularlos unos encima de otros, los que me interesan menos en lo más alto de la pirámide. Aunque no creo que haya nunca "cantidad excesiva". Lo confirma la necesidad circunstancial que tiene uno de visitar las grandes bibliotecas públicas en busca de protección, del libro como cosa, de libros diferenciados, esa suma de unos que sobrepasa lo infinito, la indagación de lo desconocido. Ellos reafirman o prometen, en momentos de desaliento creador, el trabajo del escritor solitario, la vigilia de su página blanca.
¿Cuál es el ejemplar más valioso de tu biblioteca?
En este caso lo de valioso parece un término de mercachifle. Mi ojo de escritor exige sólo ejemplares valiosos, que todos mis libros lo sean, de modo que cuando éste imprima su huella (en mí o en no importa quién), opere cambios en el mundo interior.
¿Hay libros de los que tienes más de una edición?
Como no colecciono mariposas, esto poco importa. Aunque a veces poseo ejemplares repetidos de libros de poemas de amigos para ofrecerlos a otros, si bien no siempre encuentro la ocasión, dada la apatía congénita hacia la poesía.
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