Miércoles, 18 diciembre 2002 Año III. Edición 518 IMAGENES PORTADA
Cultura
Domingo en la FIL

Un paseo por Guadalajara en el marco de la recién concluida Feria Internacional del Libro.
por ALEJANDRO RíOS, Miami Parte 1 / 2
Cintio Vitier
Cintio Vitier recibió el Premio Juan Rulfo
en la FIL

Es un domingo espléndido en Guadalajara, México. Por la avenida Juárez, delante de mí, camina una negra cubana acompañada de otra joven, al parecer nacida en Jalisco. A todas luces, la isleña participa en la Feria del Libro, tal vez como bailarina, según delata la identificación que pende de su cuello. Quiero ver la catedral pero antes me interesa saber a dónde va, presurosa, mi coterránea. Cruza la calle y entra en una tienda donde venden champú y jabón.

Luego parto hacia el mercado de San Juan de Dios, porque en la casa no me perdonarían si regreso sin la correspondiente artesanía local. Haciendo las compras me encuentro con un escritor amigo, que aunque vive en Cuba se ha procurado una invitación de manera independiente para el evento. Hablamos de los temas que nos unen y de los que nos separan. Elogiamos la imaginería artesanal, el arte culinario y el fervor circundantes y luego me enseña sus adquisiciones emergentes: un abridor de latas, una llaves mecánicas "para este amigo que tiene una moto"...

Fui a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como scout, aprendiz y analista para enriquecer a su homóloga del sur de la Florida. Hubo progresos en ese sentido. Contactos y expectativas para el veinte aniversario de la Feria Internacional del Libro de Miami que se celebra en noviembre de 2003.

En el ínterin tropecé con la "avalancha cubana". La feria mexicana estaba dedicada a la cultura cautiva de la Isla, con raras y controversiales excepciones. Sería el reencuentro con viejos amigos y conocidos luego de diez años de exilio. En el resumen sabría que no habían acontecido muchos cambios. Los dirigentes seguían siendo particularmente arrogantes, con un barniz de "inclusión" y apertura. Los policías encubiertos algo más gentiles y diplomáticos, pero de miradas no menos torvas. Los funcionarios, discípulos de un capitalismo indigente. Los escritores, atentos a las señales, practicando otras maneras del miedo.

Escritor-dirigente

Caminan displicentes por los pasillos de la sede del evento. Sostienen un aire demodé de los años sesenta, con largas greñas guerrilleras. Reciben la reverencia de sus acólitos. Sonríen, indagan y llaman la atención, con suavidad cuando es necesario. Aunque se muestran seguros, saben que hay representantes del "enemigo", "conspirando" libremente por los pasillos del pabellón.

Un escritor-dirigente de la plana mayor practica la extraterritorialidad. No porque tenga familia en Miami y haya enterrado recientemente a su padre con galones de revolucionario cuando ya el anciano poeta recriminaba en alta voz el rumbo de su frustrada revolución, sino porque luego de tener la gentileza de saludarlo y preguntarle por su familia, se toma la licencia de regañarme: "Estás apretando Alejandro". Me hago el desentendido y quiero saber el por qué de su propia boca, pero no soy complacido: "Tú sabes por qué". Entre las razones de su disgusto debe estar el colaborar con esta publicación, por sólo citar uno de los ejercicios que depara la libertad.

Otro habla sin parar, traza límites y coordenadas según concibe la vida cultural, a su manera. Aprovecha la oportunidad para atacar. Se saca una carta debajo de la manga y dice que no es posible elogiar a Osvaldo Navarro, quien acaba de escribir una hermosa novela (Hijos de Saturno) en México, donde reside, sobre la vida aciaga de un combatiente revolucionario traicionado por el mundo nuevo que ayudó a construir. No importa si es buena literatura. Navarro no tiene perdón, no puede cambiar de idea, imposible que recapacite. Pasarse al bando opuesto no es forma de purgar su pasado comunista. Es un apóstata, como Jesús Díaz, Rafael Rojas o Eliseo Alberto Diego. Ya le tienen un rincón de odio en el sitio electrónico de la cultural oficial cubana del Internet.

El escritor-funcionario actúa en consecuencia, hay que denigrarlo cada vez que se ofrezca la oportunidad.

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