Jueves, 05 diciembre 2002 Año III. Edición 509 IMAGENES PORTADA
Cultura
Fascismo en Guadalajara

El gobierno cubano ha enviado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara no sólo una variopinta delegación oficial de 600 personas, sino también los mítines de repudio —versión "revolucionaria" de los pogromos— practicados regularmente en la Isla desde 1959.

La ocasión de estrenarlos en el marco de una feria cultural a la que Cuba asiste como país invitado se dio durante la presentación del número 47 de la revista mexicana Letras Libres, que incluye un dossier dedicado a la Isla.

Los panelistas mexicanos Roger Bartra y Christopher Domínguez Michael, junto a los cubanos exiliados José Manuel Prieto y Rafael Rojas, codirector de la revista Encuentro, debieron enfrentarse a una horda de "espontáneos" que en medio de insultos y amenazas se apoderó de los micrófonos y forzó la intervención de las fuerzas de seguridad.

Estos "espontáneos" habían llegado con suficiente antelación a la sala como para ocupar la mayoría de los puestos; durante las intervenciones simularon dormir o se dedicaron a silbar o a toser a coro, dejando bien claro que no habían asistido allí a escuchar ni a debatir ninguna idea.

Rafael Rojas habló sobre la relación entre la historia y la poesía en la obra del poeta Cintio Vitier, Prieto se refirió al terror de baja intensidad imperante en Cuba, Bartra a los posibles escenarios de una transición, y Domínguez hizo un análisis de la situación cubana y de la dudosa política de los organizadores de la feria de Guadalajara, quienes no le han otorgado protagonismo a ningún escritor exiliado o disidente del régimen de Fidel Castro.

Finalizada la intervención de Domínguez, y liderados por Eliades Acosta, director de la Biblioteca Nacional de Cuba; por Enrique Ubieta, Director de la Cinemateca; y por un presunto periodista de la agencia oficialista cubana Prensa Latina, los "espontáneos" se apoderaron de los micrófonos, y en medio de gritos e insultos a los panelistas, a quienes acusaron de prostitutos, traidores y pagados por la CIA, entre otras cosas, se dedicaron a arengar al resto de los asistentes. Más tarde impidieron salir a Bartra y a Domínguez, y Rafael Rojas debió ser escoltado por una puerta de emergencia.

Los cabecillas de esta Brigada de Acción Rápida eran cubanos; la tropa estaba integrada por jóvenes participantes en el congreso de la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (OCLAE), cuya sede permanente se encuentra en la calle 36, número 710, de La Habana.

Tan lamentable acontecimiento echa por tierra la tan publicitada política cultural cubana de "reconocimiento" a la "emigración", eufemismo en boga para denominar a los antiguos "gusanos" o a la "escoria"; es decir, a la población exiliada. Se trata, literalmente, de un acto comparable a la quema de libros en pos de una ideología. Un hecho que revela el doble lenguaje del estado cubano; por un lado de "apertura" y "entendimiento" (Castro en traje de etiqueta para recibir visitantes), mientras por el otro impone la represión y la violencia (Castro de uniforme verdeolivo para el pueblo cubano).

Ante este panorama cabe hacerse algunas preguntas.

¿Qué ocurrirá el próximo 5 de diciembre, cuando se presente en la FIL el número 25 de la revista Encuentro? Aunque ya ese día habrá concluido la reunión de la OCLAE, la embajada cubana no dudará en buscar "espontáneos" enardecidos que ejecuten el pogrom. ¿Permitirán los organizadores de la FIL que un gobierno extranjero, en suelo mexicano, ejecute linchamientos culturales? ¿Hará silencio México, país que defiende la pluralidad y votó a favor de sancionar la violación de los derechos humanos en Cuba, ante quienes organizan en su territorio manifestaciones fascistas e intolerantes? ¿Permitirán que la Cuba oficial siga confundiendo como hasta ahora su papel de país invitado y termine convirtiéndose en país dueño de la FIL?

Sólo queda confiar en que los sucesos durante la presentación de la revista Letras Libres hayan servido de alerta a las autoridades aztecas. Puede que en ese sentido, esa precoz manifestación de intenciones resulte útil.

Lo único cierto hasta ahora es que bastó una pandilla de exaltados para demostrar que los discursos del Ministro Cubano de Cultura Abel Prieto, sobre tolerancia y unidad de la cultura nacional, hágase ésta donde se haga, son sólo eso: discursos.

Y como dicen que una imagen vale más que mil palabras, a la salida de su "heroica acción antiimperialista", los muchachos de la OCLAE, al mando de Eliades Acosta y de Enrique Ubieta, fueron a hacerse la foto de familia con el funcionario de la embajada cubana que los había reclutado. Más allá de la prepotencia y la impunidad, ha sido revelada la instantánea a todo color de la política cultural del régimen cubano.


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