| Hablando se entiende la gente |
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| por JOSé KOZER, Miami |
Parte 2 / 2 |
Regresé a mi casa y volví a la rutina de mi trabajo, que consiste en hacer poemas, leer libros, oír música clásica, almorzar con Guadalupe y conversar con ella. Pasó el tiempo y se me pidió, desde La Habana, que participara en la FIL de Guadalajara, en una mesa donde estaríamos varios escritores del destierro que hemos publicado en Cuba. Acepté, de nuevo con la condición de que se cubrieran mis gastos siempre y cuando los mismos fueran pagados por México y no por Cuba. Se me aseguró que así sería, cosa que no dudo. El intercambio epistolar con La Habana, de nuevo, fue abierto y cordial, lo que me parece importante, ya que el destino de nuestro país exige ventilación, puertas que queden abiertas cuando no estamos de acuerdo y una relación respetuosa, no de lenguaje chabacano.
Más adelante me enteré, y casi por casualidad, que se me incluía en la delegación cubana. Puse, como se comprenderá, el grito en el cielo. Y contesté diciendo: a) que soy delgado pero no delegado, ni de Cuba ni de nada o nadie; y b) que ahora resultaba que la representación cubana del exterior no era ni la que se me había indicado ni lo suficientemente amplia como para que yo deseara participar. Y pedí, respetuosamente, la inclusión de una representación más completa de los escritores que vivimos fuera. La Habana me indicó que eso no era posible. Di las gracias y volví a mi cuarto de trabajo (donde, a Dios gracias, los poemas, misterio de misterios, siguen fluyendo y confluyendo hacia mi muerte, que espero no implique la muerte de mis poemas).
Como este año en Fondo de Cultura Económica ha salido un libro mío, titulado Ánima, hubo la posibilidad de participar en la FIL de Guadalajara invitado por Fondo. Estaba dispuesto a ir por ese conducto. Ocurrió que de Fondo me comunicaron que ellos no se hacían cargo de los gastos, de modo que, desde mi punto de vista, no había, por ende, invitación, ya que opino que al no cubrirse dichos gastos la invitación no es legítima. Y entiéndaseme, no es asunto de pesos y centavos, sino de dignidad hacia el escritor: si se le invita no se le va a pedir que se costee sus gastos, pues de ser así no se trata de una invitación legítima. Es como si se invitara a cenar a alguien y se le pidiera que trajera la comida y el vino.
Poco después me escribieron desde la FIL de Guadalajara, muy respetuosamente, pidiéndome que participara en una mesa. Escribí diciendo que tenía la mejor disposición, mas con base a que, entre otras cosas, se invitaran a más escritores del destierro. Se me respondió diciendo que me cubrirían gastos por dos días. Y ya no contesté, volví a mi cuarto de trabajo donde los poemas fluyen y confluyen.
Esta es la historia del caso.
Por encima de todo, deseo que Cuba encuentre una salida digna para su futuro, y creo que esa salida tendrá que canalizarse por el camino de la cultura y no de las armas ni de la política al uso: si los escritores cubanos estamos alertas a la posibilidad de una apertura económica, política, social y cultural, quizás (quizás) brille por primera vez el futuro de nuestra vapuleada nación, nación que en las últimas décadas ha sido el vertedero de mil y una vanidades de tantos y de tanta gente, alguna oportunista, otra bien intencionada. A mi juicio, el libro, la literatura de calidad, pueden ayudar a abrir camino al futuro democrático y plural de Cuba.
Espero que en un futuro no muy lejano, y en encuentros como el de la FIL de Guadalajara, además de los numerosos escritores de dentro de la Isla, podamos participar las decenas y decenas de poetas y narradores, de ensayistas e historiadores que vivimos diaspóricamente diseminados por medio mundo, a la espera de los cambios que normalicen la vida diaria (para mí no hay otra vida) de un país llamado Cuba.
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