| Hablando se entiende la gente |
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| por JOSé KOZER, Miami |
Parte 1 / 2 |
Pienso que hablando se entiende la gente. Y pienso, asimismo, que en mi caso —ya que desde hace décadas vivo literalmente devorado por la necesidad de hacer poesía— he optado desentenderme dentro de lo posible del homo politicus para ceñirme (por aquello de zapatero a tus zapatos) al homo poeticus.
En función de lo anterior creí y creo mi deber y responsabilidad con respecto a la nación donde nací y crecí aportar mi grano de arena a la deseada y deseable reconciliación de los cubanos, aceptando la oferta que se me hizo de publicar una antología de mi poesía a través de la editorial Letras Cubanas. Máxime cuando la oferta implicaba una antología recopilada y prologada por una persona que amo y respeto profundamente, por su rectitud, su capacidad de riesgo y su amplio criterio literario: me refiero a Jorge Luis Arcos.
Respecto a dicha antología, se me comunicó indirectamente que las negociaciones (dentro de Cuba) para su publicación fueron arduas: arduo fue también para mí tomar esta decisión. Al respecto debo indicar, desde mi soledad y desde el aislamiento en que he vivido por propia voluntad y sin ningún resentimiento, que dado el monstruoso cúmulo de mi trabajo (casi 5000 poemas en mi haber), la recepción que el mismo ha tenido y tiene, y la cantidad de libros por mí publicados —no necesitaba publicar un libro más—, si opté por aceptar la oferta de Letras Cubanas lo hice, más allá de toda conveniencia o vanidad personales, e incluso más allá de la necesidad de proteger mi obra, porque sinceramente consideré y considero (ya que, repito, hablando se entiende la gente) que los cubanos del destierro o la diáspora —o como se nos quiera llamar— haríamos bien en aportar nuestro grano de arena publicando en Cuba. Y deberíamos hacerlo sistemática y masivamente, pues no habría mejor manera de poner a prueba el actual momento político del país, así como de consolidar un futuro abierto y democrático para nuestra nación, que publicando las obras de tantos magníficos escritores como existen fuera de la Isla. Ganaríamos para el futuro del país un espacio digno y feraz, contra el que los devaneos de la política poco podrían hacer.
La antología que preparó generosamente Jorge Luis Arcos salió en su momento, como bien se sabe. Se me invitó a participar en la Feria del Libro de 2002 de La Habana, dedicada a Francia, y acepté bajo ciertas condiciones (como, por ejemplo, que no contestaría preguntas de carácter político, que no permitiría ningún tipo de manipulación de mi trabajo o de mi persona, y que no aceptaría bajo ninguna condición dinero de Cuba, ni por concepto de pasajes ni de derechos de autor ni de gastos de estancia). Debo decir que lo que exigí se aceptó y se cumplió por parte de las autoridades correspondientes al pie de la letra. Debo decir, asimismo, que tanto a mí como a mi esposa se nos trató con respeto, sin que mediara ningún tipo de desgarramiento ni imposición. Pasé una semana en La Habana, luego de una ausencia de 43 años, hice una lectura para la Feria del Libro y otra en La Azotea: ambas, por supuesto, de carácter contrario y para públicos distintos. El libro quedó impecable, todo muy profesional, y ello lo agradezco. Por primera vez los lectores (pocos) de poesía (fieles y pocos lectores) tuvieron acceso, dentro de mi país, a mi trabajo, hecho que deseo para todos los escritores cubanos que vivimos fuera.
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