Viernes, 29 noviembre 2002 Año III. Edición 505 IMAGENES PORTADA
Cultura
Informe sobre el presente

Feria Internacional del Libro de Guadalajara: ¿Aún 'la cultura cubana es una sola'?
por ENRIQUE DEL RISCO, Nueva Jersey Parte 1 / 2
Ballet
Teatro Degollado. Puesta en escena de Giselle por el Ballet
Nacional de Cuba, en la inauguración de la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara

"La cultura cubana es una sola" o "tendamos puentes de acercamiento" son frases que parecen inobjetables aunque las diga el mismo régimen encargado, desde siempre, de fracturar esa cultura y perseguir y destruir a los creadores que le resultan incómodos. ¿Dónde queda entonces aquel falaz mandamiento de "dentro de la revolución todo, contra la revolución nada"? Claro que no hay que ser tan incómodamente memorioso y mirar constantemente al pasado. Desde las esferas oficiales insisten en que las cosas han cambiado y mirar atrás es cosa de resentidos, incapaces de aceptar la prometedora realidad vigente. Hablemos entonces de presente.

Me remito estrictamente a los hechos. Hace unos meses recibí la propuesta de aparecer, con un cuento, en una antología sobre narrativa cubana de la "diáspora". Tomé la propuesta con cierta suspicacia. Soy partidario del uso preciso de las palabras y "diáspora" me parece un modo de encubrir mi elemental condición de exiliado, por sólo mencionar la menor de mis preocupaciones. El temor a la manipulación, la simulación de un acercamiento y una distensión como tantas veces se había hecho en años anteriores, era una especie de reflejo condicionado. Todo resultaba más sospechoso aún cuando señales mucho más elementales de acercamiento y distensión, como permitir a cualquier cubano viajar a su país sin solicitar visa, no precedían a este ofrecimiento. Por si fuera poco, pesaba la condición de que el texto que se eligiera debía ser publicable, circunstancia tan difícil de cumplir en Cuba como la idea de cultura que preconiza su oficialismo.

Cumplir con la condición de publicable, según la actual norma oficial cubana, iba a obligar a los antologadores a elegir un texto que ni siquiera cumplía con el requerimiento lógico de haber sido escrito fuera del país, que era lo que debía de justificar su inclusión en una antología de "cuentos cubanos de la diáspora". Pero, por otra parte, quería evitar que quizá un sentido exagerado del amor propio, de ciertos principios y todos esos asideros que nos buscamos para evitar hacer el ridículo a costa de no hacer nada, influyeran en mi decisión. Después de todo la idea de que "la cultura cubana es una sola" y la necesidad de tender puentes de acercamiento entre los cubanos de "adentro" y "afuera" son de una obviedad poco discutible. Consulté entonces a algunos amigos en Cuba sobre el asunto, y su opinión fue unánime. No debía rechazar la oportunidad que se me brindaba de entrar en contacto con el público de mi país, y no debía pecar de la misma intransigencia que aquellos a los que siempre había criticado. Me dejé convencer con razones casi idénticas a las que yo mismo había sopesado y autoricé la inclusión de un cuento mío en dicha antología.

Tiempo después me hablaron de otra antología de cuentos del exilio que preparaba Jesús Díaz para el Fondo de Cultura Económica. Esta vez no tuve que darle demasiadas vueltas a mi inclusión. No se hablaba de diáspora y, lo que era mucho más importante, allí aparecería un texto que no tendría que adaptarse a la incómoda ortopedia oficial. El problema era que desde instituciones oficialistas de Cuba se presionaba para hacer naufragar la antología (cosa que, mientras Jesús Díaz estuvo al frente del proyecto, no pudieron conseguir, pero que tras su fallecimiento finalmente lograron). Propusieron fundir el proyecto de antología con otra antología que, en coordinación con instituciones oficiales cubanas, preparaba el propio Fondo. La consigna seguía siendo la misma —"la cultura cubana es una sola"— y pareció ser suficiente para ahogar cualquier resistencia de los implicados. La fusión, sin embargo, sirvió para sacar de en medio a una serie de autores que, al parecer, no reunían los méritos suficientes para integrar la nueva antología que debía fundir ambas orillas de nuestra literatura en un abrazo definitivo. De más está decir que entre los excluidos estaba este servidor.

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