Lunes, 11 noviembre 2002 Año III. Edición 491 IMAGENES PORTADA
Cultura
La carga de los seiscientos

País invitado a la XVI Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Cuba desplegará una delegación tan profusa como costosa.
por LUIS MANUEL GARCíA, Sevilla Parte 2 / 2

Claro que asumir la producción cultural cubana que se hace fuera de la Isla tiene sus matices. El ministro subrayaba que el balance de la FIL de Guadalajara será "aplastante a favor de la verdadera cultura cubana". De donde se desprende que hay una "falsa" cultura cubana.

Ciertamente, desde fines de los ochenta, y comenzando por toda una generación de artistas plásticos, la Unión de Escritores no ha puesto obstáculos al exilio de un nutrido grupo de creadores nacionales. Aunque no es menos cierto que periódicamente esos creadores están obligados a renovar su "permiso de salida". Renovación condicionada por su discreción política. Declaraciones heréticas o políticamente incorrectas provocan su cancelación, y el trasgresor es convertido en exiliado definitivo, que deberá solicitar un visado para visitar por 21 días su país de origen. Si se le concede, ya que se sigue negando a los más desobedientes incluso en circunstancias tan dramáticas como la muerte de familiares muy cercanos.

En otro momento, el ministro de Cultura Abel Prieto aseguraba que "el tema migratorio ha sido muy manipulado políticamente, no por nosotros, desde fuera, y se ha asociado con una especie de disidencia política la decisión de vivir fuera de Cuba. Se ha manejado eso en términos de imagen". Si ello es cierto, si no hay razones políticas porque la disidencia es apenas un invento de la manipulación externa, confiamos en que en breve se le devuelva a dos millones de cubanos el derecho a visitar libremente el país donde nacieron, así como regresar a él si les place, derecho que disfruta cualquier emigrante de este planeta. Seguramente "desde afuera", es decir, Estados Unidos, México o España, por citar algunos países donde la emigración cubana es numerosa, no se opondrán a ello. Sería una prueba irrebatible de que "desde adentro" ha cambiado la óptica hacia la diáspora.

Otro de los aspectos sobre los que más hincapié se ha hecho, quizás para distraer las sospechas que suscita la desmesura sin precedentes de la delegación, es que a México "no vamos a hacer propaganda política, vamos a llevar un fuerte mensaje cultural" (Abel Prieto).

Y no son sospechas gratuitas. Bastan algunos datos. Primero: la participación de Cuba en ferias del libro fuera de la Isla siempre ha sido discreta, por no decir mínima. Cabría pensar que la magnitud de la delegación se debe a la generosidad de los anfitriones mexicanos, pero ya la directora ejecutiva de la Feria, María Luisa Armendáriz, se ha encargado de aclarar que "financieramente, costear una participación como la cubana es algo impensable, de no existir una voluntad mutua para lograrlo". Aclarando de paso a los contribuyentes mexicanos que su dinero no se ha empleado en costear la mega-expedición cubana. De ello se desprende que La Habana ha hecho un fuerte desembolso, a pesar de que el país se encuentra hoy en bancarrota, sometido a varios meses de sequía petrolera por falta de pagos, en el peor momento en su industria turística y tras echar el cierre a la mitad de su industria azucarera. A eso debe sumarse que las relaciones con México pasan por sus horas más bajas desde hace meses. ¿Por qué entonces este costoso despliegue?

Ante todo, jamás ha hecho Cuba un despliegue cultural de esta envergadura (no así deportivo) por razones estrictamente culturales. En segundo lugar, basta leer la prensa para detectar que el diferendo con México se ha convertido en una batalla por serrucharle el piso al Secretario de Exteriores, Jorge Castañeda —algo que viene desde La utopía desarmada y La vida en rojo, donde el propio Fidel Castro aparece como el artífice calculado del martirologio guevariano—, y que para ello se ha convocado a todos los sectores mexicanos afines al fidelcastrismo. Dado que los políticos cubanos saben que las conferencias de algunos escritores no tienen, ni lejanamente, el poder de convocatoria de un puñado de orquestas y trovadores emblemáticos, han montado una operación de marketing cultural-político cuyo propósito es renovar y reverdecer el movimiento pro-Cuba (léase anti-Castañeda) en ciertos sectores de la sociedad mexicana, bastante alicaído últimamente.

No caben dudas de que para el hombre de la cultura Abel Prieto este es un acontecimiento triunfal en el orden puramente cultural, como seguramente lo es para muchos de los artistas y escritores invitados. Pero el político Abel Prieto debería saber que la ingenuidad está en vías de extinción.

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