Jueves, 03 octubre 2002 Año III. Edición 464 IMAGENES PORTADA
Cultura
Árboles lejanos

por RAúL RIVERO, La Habana  

El muchacho estaba en el fondo del precipicio. El padre, su hermano y un gigantón con nombre de lago de África, trataban de ayudarlo a salir con unas lianas y unos bejucos.

En mi casa, en medio del almuerzo, pegado a un radio RCA Víctor que usaba un sobretodo de pasta azul, yo apenas podía comer aterrado por la suerte de Jackie El Pecoso.

Las aventuras de ese niño y su familia se escuchaban en toda Cuba en los años cincuenta.

De modo que a la hora en que se producen hoy las Mesas Redondas, la infancia de aquellos tiempos se dedicaba a jugar, a hacer tareas escolares o a comentar ese programa radial.

El explorador Nelson y sus hijos, acompañados por un negro descomunal que se hacía llamar Tanganika, se pasaban la vida metidos en graves asuntos en la selva africana.

En los estudios de CMQ en La Habana, el niño David Fernández Chericián le ponía voz al personaje de Jackie, y fuera del libreto y las horas de ensayo leía libros de poesía y a los clásicos universales de las aventuras y escribía, más o menos en secreto, poemas y relatos.

Ya en los sesenta, David Fernández se alejó de la radio, abandonó a Jackie El Pecoso y se convirtió en un escritor y traductor reconocido.

Los críticos, cuando hablan de él, se quedan siempre con su libro Árbol de la memoria, como el más completo y representativo de David Fernández, que en medio de su carrera de escritor se quitó el Fernández y siguió firmando Chericián, su apellido materno.

Los cubanos le deberemos también una importante labor en el terreno de la literatura para niños.

Como no voy en esta nota a examinar su trabajo, sino a recordarlo un poco, dejo a los expertos la misión de estudiar la perfección de sus rimas, el rigor con que se enfrentó a la métrica y el verdadero alcance de toda su obra.

Yo nada más que he venido a decir que este poeta se ha muerto en Colombia. A decir que allá, bajo unos árboles ajenos y distantes, debe estar descansando, en el caso —lo dudo— de que estuviera cansado.

Lejos no sólo de Cuba, de La Habana, la ciudad que amaba. Apartado de su familia y de sus amigos acaba de regresar a la tierra con la aspiración de transformarse en polvo enamorado.


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