| Al rescate de los muertos |
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| La oficialidad cultural rinde homenaje a Virgilio Piñera luego de haberlo condenado al ostracismo. |
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| por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana |
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Algunas carencias éticas hacen posible lo increíble. Por tal razón, y con pasmosa naturalidad, las autoridades culturales auspician por estos días una jornada conmemorativa por el noventa aniversario del natalicio del relevante escritor Virgilio Piñera.
La jornada, consistente en coloquios, reedición de parte de su obra narrativa y representación de sus piezas teatrales, rinde homenaje a este destacadísimo poeta, narrador, ensayista y dramaturgo que tras su muerte en 1979 se convirtió en paradigma de las letras cubanas. Sirva la ocasión y los eventos para rescatar de la oscuridad y del silencio la vida y obra del creador, que fuera referencia obligada para sus contemporáneos y que sigue siendo objeto de estudio y fuente de inspiración varios lustros después de su muerte.
Sobre todo, llama la atención que los patrocinadores oficiales de esta jornada de homenaje hayan calificado al gran escritor de "incomprendido". Aun cuando Virgilio fue irreverente, anticonservador y turbulento tanto en su obra artística como en su vida personal, ha sido reconocido y venerado por colegas, público y crítica —la objetiva y desinteresada— como el genio que fue. Acaso lo que hoy llaman "incomprensión" se refiere más bien al extremismo intolerante que sometió a Piñera y a tantos otros a la persecución, el ostracismo y lo que es más terrible para un creador: el desconocimiento de su valía intelectual.
El excluyente y coercitivo patrón de aceptación cultural que imponía "dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada", significó para la intelectualidad cubana llegar a los espacios y a los reconocimientos siempre pasando por la probada fidelidad política y por comportamientos bien acordes a cánones y valores caprichosa y rígidamente establecidos. Los que lo conocieron o saben de su vida no dudan que Virgilio era demasiado Virgilio para tan estrechos marcos.
Se va haciendo práctica recurrente que quienes desde el control absoluto de los espacios culturales isleños prodigan o niegan —según sus intereses— legitimidades y renombres, decidan sacar a la luz de la difusión y el homenaje la obra de destacadísimos creadores que gracias a esos diseños excluyentes vivieron sus últimos años —en Cuba o en el exilio— sólo con el consuelo del reconocimiento ajeno y la angustiosa esperanza de volver a ser "profetas en su tierra".
Los extemporáneos reconocimientos a Gastón Baquero, Severo Sarduy, José Lezama Lima o Virgilio Piñera pretenden apuntalar una imagen de apertura y consecuencia sin siquiera aceptar los extremismos e intransigencias que durante años han enrarecido y contaminado los ambientes culturales en la Isla, y disminuido la excelencia de su creación artística.
A los males que durante cuatro décadas han aquejado a la llamada política cultural de la revolución, se agregan la hipocresía y el oportunismo. La discrecional y tardía revalorización de los preteridos y humillados de ayer sólo se advertirá legítima y sincera cuando se desmonopolicen los espacios culturales y por fin fluyan libres tanto las ideas y creaciones como el debate y los cuestionamientos a esa misma política oficial.
La apertura y el altruismo culturales que hoy quieren demostrar las autoridades de la Isla —sin correr riesgos ni ensayar la autocrítica— se advertirá real e irreversible cuando en Cuba se pueda disfrutar de la grandeza y plenitud de los artistas hoy silenciados. Y ello sin que antes tengan que plegarse al poder o abandonar el mundo de los vivos.
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