Martes, 06 agosto 2002 Año III. Edición 425 IMAGENES PORTADA
Cultura
Talento, gracia y sacrificio

Un acercamiento a la vida y el quehacer de Luis Carbonell, 'El acuarelista de la poesía antillana'.
por NATALIA BOLíVAR, La Habana Parte 1 / 2
Portada

Las estrellas se funden en las luces de New York. El Parque Central reverbera en los árboles milenarios de verdes y ocres, en floraciones disolventes; Colombus Circle se despierta a la sinfonía nocturna de los ecos de la ciudad. Estamos en el piso cincuenta. Un amplio apartamento con olor a rosa y gardenia. Se oyen voces. De la mano de Esther Borja, un joven mulato, alto, delgado y refinado, irrumpe en el mundo de las tertulias de Natalia Aróstegui, mecenas de las artes y declamadora de poetas universales. Está Lecuona al piano, y al entrar Esther Borja la atmósfera se apuntala en un ritmo de incalculable valor artístico: es la Damisela encantadora. La Aróstegui, anfitriona mayor, derrama su gracia de mujer alta, rubia, de intensos y profundos ojos azules, con el porte de una walkiria wagneriana. A la velada asisten Alberto Gandero, Lolo Larea de Sarrá y otros que gozan en este espacio donde Natalia, con sus trenzas enrolladas alrededor de la cabeza, declama.

Toda personalidad tiene un pasado y la cimiente hay que buscarla allí: Santiago de Cuba. Corrían los años 30 y un niño escuchaba a su hermana Silvia recitar en actividades organizadas por la Doctora Camila Henríquez Ureña. No pocas veces acompañó a su hermana por esas calles adoquinadas camino al Conservatorio de Música, para sus clases de piano. Él mismo, en contra de la voluntad de su madre, trata de estudiarlo; pero ella, de carácter fuerte, lo tenía destinado para la abogacía o la medicina.

A los 15 años ya era profesor de inglés. Muy joven, quedó fuertemente impresionado al leer Órbita de la poesía afrocubana, de Ramón Guirao, y esa primera emoción lo marcó para toda su vida.

Si en el primer cuarto de siglo escasea la poesía de raíces negras, no ocurre así en la década de los 30, donde el número de cultivadores de esta modalidad es notable. Como esta poesía es ante todo música y ritmo, no son pocos los recitadores del género. Entre los más populares se encuentran Eusebia Cosme y Luis Carbonell, siendo éste último el más alto exponente de la declamación, pues sabe como nadie recrearnos esa atmósfera de reafirmación nacional —por su cubanía y sentido de lo americano—, pero sin cargar la mano, pues su decir nunca excede el ritmo y su precisa gestualidad es, más bien, un soporte de contenida intención plástica. Con el tiempo, Carbonell ha devenido un factor cubanizante en lo raigal.

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