Viernes, 19 julio 2002 Año III. Edición 413 IMAGENES PORTADA
Cultura
La leyenda de Oké

Actualmente el culto a esta deidad es limitado, pero en la época colonial fue adorada por los esclavos cimarrones.
por NATALIA BOLíVAR, La Habana  
Santiago Apóstol
Oké - Santiago Apóstol

Para muchos la vida y los problemas de los hombres no son más que un juego con el que las divinidades se entretienen. Cuenta la leyenda que al principio sólo reinaba en el mundo Olokun, el dueño del océano, pero Olofi, el dios supremo, se aburría. Fue entonces que Oroíña, el fuego universal, con la fuerza vital de la existencia que le dio Olorun, el sol, hizo surgir la primera loma del fondo del mar. Así fue que nació Oké. Luego Oloddumare, el universo con todos sus elementos, reunió a los demás orishas en Oké y le señaló a cada uno su dominio. Pero sin Oké ninguno hubiera podido hacer nada, y por eso siempre hay que recordarlo y hacerle, de vez en cuando, algunas ofrendas. ¿Qué pasaría si Oké volviera a hundirse y dejara a Olokun solo? No creo que lo sepamos.

En Cuba, Oke es la loma, todo lo que es elevado y alto. También es la deidad tutelar de las montañas. Sirve como fuerza y guardián de todos los santos. Su piedra, china pelona, blanca o negra, recuerda por su solidez los pilares de las construcciones coloniales.

Es santo de fundamento que no se asienta. Se apoya sobre el hombro izquierdo. Es indivisible de Obatalá, se le ofrenda lo mismo que a éste, y habla por su boca. No tiene herramientas ni caminos.

Actualmente en la Isla su culto es limitado, pero durante la época colonial fue adorado en los palenques por los esclavos cimarrones, especialmente por los provenientes de Abeokuta e Ibadán, donde era muy popular.

Oké vive en el piso y es pilar de Obatalá y de Olofi. Cuando lo emplea el santero en cualquier obra, es expresión patente de los misterios de Olofi, que van desde una hierba hasta cuestiones del más allá. Se ha hecho popular ubicar a Oké junto a Obatalá dentro del canastillero y forrado de algodón, lo cual, dicen, es incorrecto. Los ahijados de la nonagenaria Omí-Zaya (negra de nación cuyo nombre es Aurelia Mora) lo adoran todavía en el piso, debajo de su canastillero, según le enseñó su "abuela de santo", Adyaí Latuán, de nación.

Es el guardián de la tierra de Igbadán. Cuando la guerra con Ifé se refugió en la montaña de Ochuntá e hizo el ebbó que Orula le marcó, al salirle el oddun Babá Eyiogbe.

Para vencer y salvarse de sus enemigos, Oké se cubre con las siguientes telas: blanca a las 6 a.m.; roja a las 12 a.m; azul a las 6 p.m. y amarilla a las 12 p.m.

Oké suele sincretizarse con Santiago Apóstol, patrón de España. Santiago fue natural de Galilea, hermano mayor de Juan el Evangelista y primo carnal de Jesucristo. Junto a Pedro y a Juan estuvo entre sus discípulos preferidos. Cuando Jesús fue a retirarse a Getsemaní, llamó a Santiago junto a Juan y Pedro y les pidió que vigilaran mientras él iba a comulgar con Dios. También, al regresar los discípulos de su primera misión, se los llevó a los tres a una montaña y allí, ante sus ojos, Jesús se transfiguró. Posteriormente se dice que Santiago llegó hasta Compostela en peregrinación, estableciendo en España la religión católica. A su regreso a Judea fue decapitado, pero llevaron su cuerpo de regreso al país que evangelizó, aunque se perdió durante la invasión árabe. Rescatado alrededor del año 800, fue conducido a Compostela, donde se dice que provocó tantos milagros que fue adoptado como patrono nacional. Durante la Reconquista se cuenta que se le vio en la famosa batalla de Clavijo, montado en un caballo blanco, por lo cual la señal de acometida de los soldados españoles comenzó a ser "Santiago y cierra España". El arte hispano suele representarlo montado y llevando una bandera. En Italia lo muestran con un báculo de peregrino, un bonete con conchillas y la calabaza, que simboliza su peregrinación a Compostela.

La sincretización de Santiago con Oké puede tener relación con el papel de vigilante y guardián que Jesús le encomendó en tres ocasiones, con su ascensión a la montaña para orar junto a él, y quizás también con las conchas y calabazas con que ocasionalmente se le representa y que son ofrendas propias del orisha.


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