En Tebas, a la espera de un dios |
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El grupo Buendía y la puesta en escena de 'Las Bacantes', lo más memorable del pasado festival de teatro de La Habana. |
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por ANTONIO JOSé PONTE |
Parte 1 / 2 |
Preguntamos a un par de policías cómo llegar a la antigua iglesia bizantina convertida en sala teatral, y los policías no tenían noticia de que existiera un teatro por los alrededores. Tampoco conocían las calles por sus nombres, La Habana les resultaba tan extraña como Bizancio. Pero llamaron a un borracho y el borracho nos mostró el camino, y atravesamos el jardín mojado de la iglesia hasta dar con la escalerilla metálica a un costado del edificio.
Tiresias, el adivino, nos abrió. Dijimos ser los que venían de Miami (en mi caso, me aprovechaba de esos amigos de Miami para entrar) y, manchada la cara de cenizas, Tiresias permitió que pasáramos. Faltaban aún dos horas para el comienzo. Alrededor de un teclado, en un rincón, las mujeres afinaban sus himnos. Un joven con algo de muchacha pasó junto a nosotros mordisqueando un pan. Antes de convertirse en dios, comía un poco: él iba a ser Dionisos.
Martillaron un árbol y los actores empezaron sus cabriolas de calentamiento. En una pared podía leerse, en griego moderno, la lápida de fundación de la iglesia. El local consistía en una grada de no muchas capacidades y unas sillas delante, el resto del espacio destinado al espectáculo. "Cada nueva obra deja menos lugar a los espectadores", se quejó alguien. Cuando en las gradas ya no cupo uno más, bajaron las luces y los actores se abrazaron propiciatoriamente.
Las Bacantes es tal vez el drama griego más violento, el más sexual (aunque su sexualidad sea estéril), y el que más centra su argumento en la relación entre dioses y humanos. Según las precisiones con que contamos, fue la última pieza escrita por Eurípides y versa sobre la genealogía del drama, es teatro acerca del ritual de donde viene el teatro. Narra lo sucedido en Tebas cuando el tirano Penteo niega la ciudad al dios Dionisos.
Dionisos ha llenado de furor a las mujeres y éstas han abandonado Tebas para celebrar fiesta en el monte. Tirano y dios son primos (todo ocurre dentro de una ciudad, en una familia), y la propia madre de Penteo encabeza la fiesta dionisíaca. Enterado de ello, Penteo manda a prender al dios.
Conocemos a otro dios prendido, pero del diálogo entre Cristo y sus captores nos ha llegado poco. Dionisos, en cambio, es divinidad locuaz y las escenas entre Penteo y él son de los momentos más espléndidos de la tragedia griega. La fuerza soterrada del dios, el poder de ebriedad con que arrasará la ciudad que no quiere entregársele y la sorna con que Dionisos maneja la situación, mezclan con gran fortuna lo cómico y lo trágico.
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