Martes, 16 octubre 2001 Año II. Edición 214 IMAGENES PORTADA
Ramón: Cartas
Carta a Ernest Hemingway

  Parte 1 / 3

Pilárico Ernesto Miller Hemingway:

Desde que usted usó aquella remington para quitarse la migraña, yo me pasé a la olivetti, por si las moscas. La suya era de dos cañones, como se suele usar allí en Idaho o en Utah o en esos países, pero a la mía le faltaban varias piezas en la dentadura, también con cañón recortado en el sonido, y así íbamos un poco igualados, aunque yo no sea precisamente un Idaho de Utah.

En esto del afán de emularle e imitarle, los ha habido y los habrá. Allá en los Estados Juntos se hace hasta un concurso a ver quién se parece más a usted. Este año por poco agarra el segundo premio un toro, un poco pasado de finos y manzanillas, de ésos que sueltan en Pamplona por los San Fermines. Desaprobó al final porque no sabía nada de pesca.

Y conozco a uno que lo calca, ha adquirido los mismos hábitos fijos y habla en español del Cerro como usted hablaría si conociera el español del Cerro, tirando para la parte del Canal. De más está decirle a que este segundo Hemingway no se le entiende ni papa, aunque todos coinciden en afirmar que es clavado a usted en los diálogos. La otra dificultad que tiene el socio es un poco lo del físico, porque se le nota lo de mandinga desde las nieves del Kilimanjaro. Y a un mandinga, para que le salga el pelo y la barba blanca debe tener, por lo bajito, unos 497 años y mi ejemplar no llega todavía a la media rueda.

Conocí a otro que enloqueció con su leyenda. Se tragó toda su literatura, y hasta logró, durante un tiempo, vivir como usted en el hotel Ambos Mundos. Bueno, no allí precisamente, sino en un solar que queda más o menos cerca, pero él se tomaba el trabajo de hacer ver que siempre salía de la puerta del hotel, y agarraba calle del Obispo abajo, y hasta quería meterse en El Floridita. A éste, lo de pescar, lo que se dice la pesca en sí, no pasó de unas cuantas mojarras desde el muro, pero eso sí, soñando siempre con la Gran Corriente. Un día lo pescó una, que era más bien un frente frío bastante cobardito, y ahí se le quitaron las ganas de imitarlo porque la gripe le duró como dos años. Entonces decidió que le imitaría a usted en lo de los safaris. Llegó a tener tres, dos grises y uno color caca de orangután, pero le quedaban bastante ridículos, y en el barrio empezaron a decir que era del "aparato", y se acomplejó y mandó al tasajo toda su manía. El único remedo que le quedó del gran delirio hemingüeyano fue la mujer. Se llama Pilar y todos dicen que es un barco, aunque yo creo que no pasa de carretilla.

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