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Ciencias
La nube de polvo

A pesar del tiempo transcurrido, la teoría de la nebulosa primitiva sigue siendo la más acertada cuando se trata de explicar el origen y evolución del sistema solar.
por ASDAI DíAZ Parte 2 / 2

A medida que aumenta la cantidad de partículas en la nube de polvo, la fuerza de gravedad supera a la fuerza provocada por la presión de la luz, lo que trae como consecuencia que estas partículas comiencen a concentrarse por el efecto de la fuerza gravitacional. A partir de este momento la nube inicia un proceso de contracción, atrayendo hacia su centro la mayor cantidad de partículas posible. De igual manera se van formando estructuras secundarias de menor tamaño que giran entorno al centro de la nube.

Esquema

Este proceso de contracción continúa, transformándose la forma esferoidal de la nube de polvo por otra laminar y abultada en el centro donde se encuentra la mayor cantidad de partículas. En dicha región aumentan los valores de la presión y la temperatura. Dichos parámetros llegan a alcanzar valores suficientes para que se inicien las reacciones nucleares y dicho centro comienza entonces a irradiar energía.

El proceso de contracción, cada vez mayor, provoca que la velocidad de rotación aumente cada vez más (de manera similar a la de un bailarín que cierra sus manos para girar más sobre sus pies). Este hecho provoca que la fuerza centrífuga supere a la fuerza gravitacional, cuyo equilibrio hasta el momento mantenía a todas las partículas y estructuras secundarias dentro de una misma nube. Como resultado, dichas estructuras más exteriores son desprendidas hacia afuera. Al desprenderse este material, la esfera central continuó rotando (cada vez más de prisa), contrayéndose y expulsando, una y otra vez, más material hacía el exterior.

Como resultado de la región central de la nube se forma el sol, en cuyo centro se producen las reacciones nucleares y como resultado la generación de energía. Mientras que el resto del material expulsado, en forma de anillos concéntricos, continuó rotando en la misma dirección alrededor del centro, y constituyó la materia prima para la formación de los protoplanetas (futuros planetas).

Cada uno de estos anillos, expulsados una y otra vez por la nube central, mantuvieron movimiento propios alrededor del mismo centro, localizados además en un mismo plano. A partir de este momento el proceso fue similar: las regiones más densas atrajeron las partículas más pequeñas y de esta manera cada planeta quedó formado por un núcleo más denso.

En la actualidad la hipótesis de la nube de polvo explica de manera satisfactoria muchas de las peculiaridades de nuestro sistema solar. Bastará recordar que todos los planetas, tal y como los conocemos hoy, giran en la misma dirección, en el plano de la eclíptica, lo que está determinado por el plano de rotación de la nube original. Además, las órbitas de dichos planetas son casi circulares, lo que se explica por la evolución del movimiento en espiral de los protoplanetas en sus inicios. A su vez, los satélites de los planetas también giran en el mismo sentido y en el mismo plano, salvo algunas excepciones que pueden ser explicadas por la presencia de agentes externos.

A pesar de todo los aspectos positivos de esta teoría, la misma no logra explicar convincentemente algunas irregularidades de nuestro sistema planetario tales como los movimientos retrógrados de algunos satélites, la dimensión y densidad de los planetas. Sin embargo, la teoría de la nube de polvo es en nuestros días la más acertada por la comunidad científica cuando se trata de explicar el origen y evolución del sistema solar.

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