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Arquitectura
Lo que pudo ser y no fue

Turismo y arquitectura: A mediados de los 50, expertos cubanos y norteamericanos concibieron un plan de ampliación y transformación de la capital.
por ARSENIO RODRíGUEZ Y YARA DUVERGER, Barcelona Parte 2 / 2

Las zonas industriales se preveían cerca de la bahía y del puerto y en sectores bien determinados, en los cuales serían creados centros habitacionales suficientemente alejados unos de otros y aislados cada uno por una zona verde de protección. La Habana presentaba condiciones particularmente favorables para el desarrollo de centros cívicos, porque el Estado y la Municipalidad eran propietarios de vastos terrenos a urbanizar y de muchos edificios en el centro de la ciudad. No sería difícil extender la superficie de esos terrenos así como renovar y terminar las edificaciones existentes. Había también muchos terrenos libres que podían ser utilizados, y construcciones vetustas que podían ser destruidas.

Elaborado por los ingenieros Paul Lester Wiener, José Luis Sert, Paul Schultz, Seelye Stevenson, Value y Knetch, el plan propuesto no sugería ninguna transformación radical en desplazamiento del Gobierno o de otras instituciones; insistía, sobre todo, en el desarrollo de lo que existía y en la investigación de las uniones racionales entre los diferentes centros; consideraba también la posibilidad de ganarle terreno al mar, disponiendo de zonas inutilizadas hasta ese momento que se desarrollarían frente al malecón, lo que podría dar a esta parte de la ciudad un nuevo atractivo.

Se planeaba construir una especie de isleta que serviría como zona recreativa, aproximadamente delimitada por las calles 23, D y G, con acceso terrestre por todas estas vías. Incluso, parecía posible edificar sin llegar a destruir la curva característica del malecón, pues no se trataba de crear una línea recta para ganar más terreno. Pocas ciudades del mundo presentan un frente al mar como el de La Habana, belleza natural cuya destrucción no se justifica por ningún motivo de orden económico, y mucho menos especulativo.

El plan incluía la realización de dos túneles submarinos que unirían la Habana del Este con el conjunto de la ciudad, permitiendo un desarrollo mucho más importante de las zonas que bordean el mar. Este estudio debía ser especialmente activado.

En los terrenos reservados al emplazamiento de instalaciones militares, se quería crear un gran centro gubernamental que agrupara al Palacio Presidencial, los ministerios y los edificios culturales, y que contuviera vastos jardines tratados en forma de terrazas descendentes hacia el mar y hacia el puerto, de donde las vistas se extenderían hacia tres horizontes diferentes: la Habana Vieja, la bahía y el conjunto de la costa. Ello hubiera permitido reagrupar varios servicios que se encontraban diseminados en el centro y eran de difícil acceso debido a la congestión del tráfico y la ausencia de parqueos cercanos. La antiguas fortalezas serían transformadas en museos. Un museo oceanográfico podría ser construido a orillas del mar. Parques y jardines serían los elementos de unión.

Una nueva disposición de la Habana del Este hubiera devuelto a la Habana Vieja la posición central que había perdido, a causa del desarrollo tomado por la ciudad hacia el oeste. Esta tendencia hubiera sido felizmente compensada al extenderse la capital hacia el este, lo cual resultaría en un mejor equilibrio general y la revalorización de la zona central. La transformación de ésta última debía basarse en un estudio de factores económicos que implicarían la modernización del comercio y la creación de un nuevo centro de negocios aglutinador de los sitios administrativos de las grandes firmas nacionales e internacionales, así como de los bancos.

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