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Arquitectura
Paseos en desuso

De la Alameda de Paula a Los Jardines de La Tropical.
por ARSENIO RODRíGUEZ, Barcelona Parte 1 / 2

La Alameda de Paula

Alameda de Paula
Alameda de Paula

En el período colonial, la Alameda de Paula fue el primer paseo marítimo con que contaron los habaneros para la dispersión y el lucimiento los domingos y ciertas tardes. Luego, en la República —de 1925 al 1928—, durante el primer mandato de Gerardo Machado, junto con la avenida del puerto cerró un eje vial esencial para el transporte de las mercancías —tabaco, azúcar— que llegaban al puerto de La Habana para ser exportadas.

Los vecinos de La Habana del XVIII sólo contaban para su esparcimiento con procesiones religiosas, paradas y desfiles militares, o el recorrido por las calles de los Mercaderes o de la Muralla, que presentaban en las noches, con sus numerosas tiendas alumbradas por lámparas y quinqués, el espectáculo de un gran bazar o de una feria. El calor húmedo y tropical de la capital ahogaba a sus moradores, que a manera de escape huyeron al mar construyendo el primer paseo a orillas del puerto. Ello contrapuso su movimiento caótico a la ecuanimidad de los barcos anclados en las tranquilas aguas de la bahía.

Se puede considerar a la Alameda de Paula como el primer paseo que tuvo La Habana intramuros, construido por el ingeniero Antonio Fernández Trevejo alrededor de 1770, bajo el Gobierno del capitán general Don Felipe Fons de Viela, marqués de la Torre (a quien se le ha llamado "nuestro primer urbanista"). Este paseo es, sin lugar a dudas, el germen del futuro malecón. Además, fue una de las modificaciones más significativas en el trazado de las vías del borde marino.

Al principio, era un terraplén adornado con dos hileras de álamos y algunos bancos de piedra, en el tránsito de la continuación de la calle de los Oficios hasta el Hospital de Paula. Después, diferentes capitanes y tenientes generales lo modificaron. El marqués de Someruelos lo embaldosó y adornó con una sencilla fuente, y puso asientos de piedra con respaldos enverjados; Gerónimo Valdés, en 1841, amplió las escaleras de acceso; y fue nuevamente remodelado de 1844 a 1845, cuando adquiere su "elegante forma y condición actual, debidas al buen gusto y dirección del subinspector, Don Marino Castillo de Albornoz", con el patrocinio de Leopoldo O'Donnell y Jorris. "Este paseo quedó entonces formado por un terraplén de 20 varas de anchura, con sus frentes revestidos de sillares, que se extendía entre el antiguo muelle de Luz y el baluarte de Paula". A sus lados, se dispusieron bancos de piedra con barandillas de hierro.

La Alameda de Paula se dotó de alumbrado propio por medio de reverberos sostenidos por pies de hierro de cinco varas de altura. Después de estas reformas, se conoció el paseo como "Salón O'Donnell" —nombre que no perduró—, en honor al gobernador que promovió las obras.

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