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Arquitectura
La Habana se cae

Sin un proyecto que la salve del destrozo y a sus habitantes de la desesperanza...
por DIMAS CASTELLANOS  
La Habana
La Habana

El envejecimiento de los edificios y la ausencia de mantenimiento regular explica el acelerado proceso de derrumbes que está sufriendo La Habana. Lo cotidiano del hecho ha restado valor noticioso a estos trágicos acontecimientos. Sin embargo, a pesar de lo habitual, una noticia recorrió la ciudad de un extremo a otro el pasado 5 de diciembre, cuando el añejo edificio de cinco plantas situado en la calle Águila 558 entre Barcelona y Zanja sufrió la quinta y última etapa de un prolongado proceso de derrumbes que duró 18 años, dejando el doloroso saldo de seis muertos y varios heridos.

La centenaria edificación que en una época fuera el hotel Regal, devino luego en casa de huéspedes para estudiantes universitarios y, finalmente, en edificio de apartamentos. Había sido declarado inhabitable-reparable por las autoridades del Instituto de la Vivienda desde 1983, concepto que significa reubicar a los ocupantes y someter el inmueble a una reparación capital antes de ser habitado nuevamente.

La crítica situación de la vivienda en la capital hizo que sus ocupantes, a pesar del estado de peligro del edificio, no lo abandonaran en espera de ser reubicados. Sin embargo, los inquilinos no fueron reubicados ni la reparación efectuada, limitándose esta última a colocar puntales de madera entre pisos y techos para sostenerlo en pie artificialmente.

En 1994 —según narran los vecinos— se produjo el primer derrumbe parcial; un cuarto del segundo piso se desplomó. En 1997 se caen otras dos habitaciones del mismo piso, que por gestiones de sus ocupantes fueron reparadas. En octubre del 2001 nuevamente se desmoronan dos cuartos más en el mismo nivel. Esta última vez, por el grado de deterioro y el peligro potecialísimo —potencial era desde antes—, las autoridades desalojaron el inmueble y una parte de los inquilinos ocuparon la calle Águila a la intemperie durante algunos días. Después de varias protestas fueron reubicados lentamente en albergues y locales improvisados. A partir de ese momento quedaba definitivamente prohibido continuar en el edificio, pero las malas condiciones de los albergues y la indisciplina de los ocupantes hicieron que algunos continuaran pernoctando en el lugar.

El 5 de diciembre, pasada la una de la madrugada, un gran estruendo estremeció el vecindario. Los restos del deteriorado inmueble se vinieron abajo definitivamente. Gerardo, uno de los ocupantes del cuarto piso, una semana antes del suceso había visto el derrumbe en un sueño que le salvó la vida. Con el susto reflejado en el rostro cuenta que estaba dormido cuando sintió que una arenilla fina caía sobre su cara, instantáneamente se puso en pie y al salir al pasillo del edificio ya no existía; estaba atrapado en el único fragmento que quedó en pie del cuarto piso. Movido por el instinto de conservación derribó la puerta del cuarto colindante, penetró, derribó una ventana y salió, como en los filmes de aventuras, por un estrecho alero hasta alcanzar milagrosamente la azotea del edificio vecino.

La afectación sufrida por la construcción colindante hizo que sus ocupantes la abandonaran inmediatamente. Uno de ellos, diez años atrás, había padecido un proceso similar al derrumbarse el inmueble que habitaba en la calle Amistad, razón por la cual había sido reubicado en éste de forma provisional. Ahora, afectado doblemente, está en casa de un vecino gracias a su solidaridad.

A pesar de la gravedad del problema, no se vislumbra un proyecto encaminado a encarar profundamente la situación. El acontecimiento de la calle Águila es sólo una manifestación particular de una esencia generalizada. ¿Qué hacer para salvar la ciudad del incontrolable proceso de derrumbes y de lo más valioso que ella atesora: la vida de los capitalinos?

Se impone un debate abierto entre Gobierno y sociedad basado en un enfoque humanista para definir los deberes y responsabilidades de cada una de las partes y establecer la participación de los ciudadanos en igualdad de derechos, al margen de criterios políticos, ideológicos o religiosos.

Se requiere, además, la redefinición del derecho de la propiedad individual como institución necesaria al ciudadano y al desarrollo; la realización de estudios multidisciplinarios sobre el problema habitacional que abarquen los factores sicológicos y demográficos; la creación e implantación de las instituciones políticas correspondientes. Factores encaminados a un enfoque global del delicado y complejo asunto.

Sin un proyecto integral y participativo no será posible salvar la ciudad ni a sus desesperanzados habitantes. El problema de la vivienda hay que enfrentarlo con todas las implicaciones que conlleva, o el proceso de derrumbes se transformará en tragedia nacional.


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JOSé HUGO FERNáNDEZ, La Habana
 
 
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