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Arquitectura
La pasión de la arquitectura

Sobre la vida y obra de Francisco Bedoya, recientemente fallecido en Madrid.
por JUAN LUIS MORALES MENOCAL, París Parte 1 / 2
Hospital
Hospital de San Francisco de Paula a comienzos
del siglo XX (F. Bedoya)

El pasado domingo 28 de abril llamé por tres veces al teléfono de Francisco Bedoya en Madrid, para ponernos de acuerdo sobre unos dibujos de arquitectura de La Habana que quería yo ilustraran un próximo artículo que preparo para publicar en L'amateur des Cigares.

Deseaba también precisar con él la fecha de su próxima visita a París. Invitación que varios "fans" y amigos suyos acá le renovamos por teléfono el último Domingo de Ramos. Pero, cosa rarísima, Francisco no regresó esa noche a su casa.

Temprano en la mañana del lunes 29 de abril, preocupado, lo llamé de nuevo. Desgraciadamente la muerte fue más rápida que yo.

La amabilísima señora Josefina Álvarez, dueña y vecina del edificio de la calle Moratin donde habitaba Bedoya, me dijo que el día anterior, al salir de un restaurante en Madrid, le había dado un infarto mortal (paro cardio-respiratorio según indicaron los médicos). Salí para su casa esa misma tarde, después de ponerme de acuerdo con Emma Álvarez Tabío —incondicional amiga de Francisco desde siempre— para ocuparme en lo posible de su velorio, algo que ella comenzó a preparar de inmediato en compañía de su esposo, Don Antonio Serrano.

Aquella noche, cuando viajaba en el tren, recordé llorando los lindos momentos que compartimos en La Habana de los ochenta: reuniones, salidas, discusiones, exposiciones, maratones de proyectos y concursos. Guardo todavía, con mucho celo, los proyectos del Centro Comercial de Varadero, de la renovación urbana del malecón habanero y del Centro Internacional de Congresos para Tokio, que hicimos en equipo Bedoya, Rosendo Mesías, Teresa Ayuso y yo, entre otros.

El proyecto de edificio de comercios y viviendas de la calle Reina, que presentó en "solo" para el Concurso convocado por la UNAICC en 1989, en La Habana, obtuvo sin discusión el primer premio.

Me sentí un poco responsable de su estancia en Madrid, pues lo empujé y ayudé para que hiciera las gestiones con el Instituto de Cooperación Iberoamericana, que en 1992 le otorgó una beca de estudios en el Archivo de Indias de Sevilla, tan merecida, deseada e importante para él.

España en general y Madrid en particular lo fascinaron y atraparon al mismo tiempo. Allí encontró las raíces de esa Cuba que tanto amaba y a donde nunca más pudo retornar. Después que lo llevé en mi "polaquito" desde su casa al aeropuerto de Boyeros, sus padres y familiares no lo volvieron a ver.

Organizando y revisando sus papeles, Emma y yo descubrimos que durante estos últimos diez años no paró de investigar y dibujar. Además de la beca del ICI, donde trabajó en completar y profundizar sus investigaciones sobre La Habana desaparecida, principalmente en el Museo Naval y la Biblioteca Nacional, radicados en Madrid, el Servicio Histórico Militar y el Archivo de Indias de Sevilla.

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