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Arquitectura
Otro enfoque para el problema habitacional

¿Necesidad o privilegio? Nuevas figuras delictivas amenazan el derecho de propiedad de la vivienda.
por DIMAS CASTELLANOS  

La experiencia cubana en materia de construcción de viviendas se puede separar en dos períodos diferenciados por el grado de participación del Estado. Uno de 1902 a 1958, época en que quedó delineada La Habana como ciudad moderna, con una participación directa mínima y otro, de 1959 a 2000, con participación estatal casi absoluta.

Edificios

En cuanto a la satisfacción de la demanda, el déficit calculado era de un millón de viviendas al concluir el primer período en el 58; al concluir el segundo, al millón anterior se le suma una cantidad similar, de lo que resulta el enorme déficit habitacional acumulado en nuestro primer siglo de república.

Esa situación obliga a una reflexión de lo acaecido para esbozar posibles soluciones a un problema que repercute tanto en la eficiencia económica como en la calidad de vida, en la estabilidad familiar como en la educación, en la salud física y mental como en el continuo éxodo del país.

En el marco de esa meditación serena, con la más amplia participación de autoridades y necesitados, pudieran adelantarse cinco factores que deben estar dentro del debate previo a las posibles soluciones.

Uno, situar en primer plano al ser humano y, desde ahí, definir la función social de la vivienda. Es decir, comenzar por el carácter humano de la misma y su vital importancia en el desarrollo social; principio que los ingleses expresaron hace mucho tiempo de forma sucinta: "no se puede tratar con la gente y sus viviendas por separado". La vivienda —desde ese punto de vista— es un medio, una necesidad básica subordinada a un fin que es el hombre. Ese enfoque humanista permitiría la participación de los ciudadanos en materia de construcción o distribución de viviendas en igualdad de derechos y al margen de criterios políticos, ideológicos o religiosos; lo que implica consultar, escuchar y tener en cuenta los criterios de las personas, en particular de los necesitados, que son muchos.

Dos, la eficiencia en la construcción, conservación y disfrute de la vivienda implica un reanálisis del derecho de propiedad. Ese derecho natural e institucionalizado resulta de la evolución del instinto de posesión de bienes y del desarrollo social y explica el derecho milenario que los hombres tuvieron sobre herramientas y utensilios del hogar y que hoy se extiende a cuantos bienes brindan seguridad y estabilidad, entre los cuales la vivienda ocupa un lugar privilegiado.

La propiedad individual, en cualquiera de sus formas, es inherente al ciudadano y al desarrollo por razones puramente prácticas y se justifica en la medida en que sea útil para el bien de los hombres, que siempre debe ser lo primario. Este aspecto es crucial para el problema habitacional en Cuba, donde la tendencia gubernamental manifiesta es limitarlo cada vez más mediante nuevas figuras delictivas.

Tres, la realización de estudios multidisciplinarios sobre el problema habitacional que, junto a los factores físicos y económicos, abarquen los factores psicológicos, sociológicos y demográficos que requiere el enfoque humanista del asunto. Para ello Cuba cuenta con determinada experiencia reconocida en eventos internacionales.

Cuatro, por la magnitud del problema y la cantidad de factores a integrar —económicos, sociales, ambientales, arquitectónicos, urbanísticos y, sobre todo, la participación activa de los interesados— la vivienda necesita de un nuevo organismo rector con rango de ministerio. El Instituto de la Vivienda, el Ministerio de la Construcción o el Instituto de Planificación Física, se relacionan y complementan, pero no absorben toda su complejidad. A ese organismo central hay que agregar: un banco especializado; una industria de materiales; una política de precios; una de financiación, para lo cual hay que explorar nuevas fuentes, como ocurrió en Cuba con el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda o con las experiencias republicanas de las cajas de ahorro y las sociedades de créditos mutuos; y un trabajo educativo dirigido a crear una conciencia urbanística y de protección del entorno.

Cinco, en las condiciones peculiares de la Cuba de hoy, es imposible la realización de lo anterior si no se acompaña con transformaciones globales que impliquen voluntad política para salvar nuestras ciudades, que es una forma de salvar al ser nacional.

Estas reflexiones que, por supuesto, no agotan un tema tan complejo, sólo aspiran a destacar la envergadura del problema habitacional en nuestro país que, o se le enfrenta con todas las implicaciones que tiene o se corre el riesgo de su transformación en tragedia nacional.


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